viernes, febrero 29, 2008

Doce hombres sin piedad


Hace honor a su leyenda y a su prestigio. Por mi parte, el mejor drama judicial de la historia del cine. Esta es la típica película que te conduce, que debes dejarte guiar a través del perfecto y engrasado guión y del acertado tempo narrativo del film. El punto de partida es muy interesante. Se vista para setencia un juicio y los doce hombres del jurado se reunen para deliberar y dictaminar el veredicto que debe ser por unaminidad. Todos consideran culpable al inculpado excepto Henry Fonda (el protagonista). A partir de aquí, uno se interesa por ver como se desarrolla la trama sin recurrir a artificios forzados que fracturen la verosimilitud de la propuesta. Las cartas se muestran rápidamente. Sabemos cual será el final. Lo atractivo es ver cómo se llega a ese final y si se llega dignamente. Para alivio del espectador exigente, puedo afirmar que llega con matrícula de honor por ya digo, un guión que funciona como un reloj suizo, por un ritmo narrativo adecuadísimo y por unas interpretaciones excelentes.

Mi única pega al film, es el carácter demasiado unidimensional de los personajes, ya que se convierten en el vehiculo para ofrecer un fresco de comportamientos masculinos de la época (aunque son atemporales). En sí, ello no es negativo, pero hubiese agradecido que al margen de esta intención, hubiese más corporeidad humana al personaje y menos arquetipo asociado a una intención ideológica.

A pesar de resultar demasiado teatral (todo acontece en un único escenario), se agradece que no se trate de oxigenar la acción, forzando la salida del escenario de forma precipitada y errónea (mal de muchas adaptaciones teatrales que se airean muy mal). Por suerte, no se hace uso de trucos sobados como el flashback (para salir de la sala) ni recursos similares. Eso se agradece, porque el ejercicio exige por tanto, para que no decaiga la acción y el interés, venir apoyado por una escritura cinematográfica precisa y bien articulada que conlleve un timing que venga marcado por golpes de atención que marquen la acción y renueven la disposición del espectador respecto al film. Está todo tan bien hilvanado que estos efectos dramáticos (no quiero mencionar ninguno para no romper la capacidad de sorpresa sino se ha visto) se convierten en golpes de efectos positivos, algo muy muy difícil lograr.

Hablaba del guión y del ritmo y por supuesto, para llegar a buen puerto son necesarios unos actores que sepan llevar a sus espaldas de forma conjunta el peso de la película (ya que al ser un único escenario la atención recae sobre ellos exclusivamente).
En ese sentido, funciona también perfectamente como película coral y no solo como drama judicial, ni como adaptación teatral.
Es la gran virtud del film, que funciona perfectamente en todos los niveles en los que se sitúa.
Asimismo la película lleva implícita una crítica al sistema judicial que sigue en permanente vigencia y nos da un toque de atención destacable, aspecto en el que el personaje de Hnery Fonda reincide en varias ocasiones: si existe una mínima duda por pequeña que sea de culpabilidad, al acusado no se le puede considerar culpable.

La anécdota: pese a estar muy bien interpretado por Henry Fonda, no pude evitar pensar que era un papel muy adecuado para James Stewart.

sábado, febrero 16, 2008

Bully



Desde la fecha de estreno de Kids, no había vuelto al cine de Larry Clark, uno de los francotiradores del cine independiente americano más subversivos y sin concesiones alguna a eso que llamamos "buen gusto" en lo que se refiere al retrato de la adolescencia americana. Larry Clark estaría emparentado con Todd Solonz por su forma de explicitar la disfuncionalidad de la sociedad USA y con Gus Van Sant por su obsesión recurrente en el retrato de la apatía, la amoralidad y la desorientación del adolescente actual.
La realidad supera a la ficción, como tantas veces. Y así relatos desopilantes que puedan parecer paridos por la mente más enfermiza, tanto en Gus Van Sant (Elephant) como ahora en Larry Clark, tienen su base real. Otra cosa es la representación y/o simulación del hecho real. En ambos casos la aprehensión de un suceso, es acorde con su escritura cinematográfica. Por lo que debido al grado de abstracción y conceptualización en un caso, y por el grado de causticidad y nihilismo en el otro, casi borran cualquier vestigio de base real. Larry Clark, abandona aquí la emulación de un documental urbano (como ya hizo en la turbulenta y desgarradora Kids) para enfrentarse a una ficción cinematográfica. Bully parece más consistente como film por eso mismo, pero a su vez, se pierde ese anhelo subyacente de parecer una sucesión de instantes robados de la vida real de un grupo de adolescentes.

El film, se centra en un caso de bully (o en la orquestación de una venganza de los más débiles contra el más fuerte), tal como reza el título. Es decir, la humillación, acoso y maltrato psicológico que ejerce un adolescente en otro, con consecuencias fatales. Abandona Nueva York y las localizaciones urbanas para situarse en Florida, en la clase media acomodada. Pero el retrato sociológico acaba siendo el mismo, en este caso sin elementos marginales, ya que proceden de ámbitos bien acomodados. En ambas estampas domina el vacío, el hueco de la existencia.

En este caso, rozan la oligofrenia, pero baraja similares componentes que en su predecesora. Así, nuevamente los vemos jugando con el sexo y con las drogas mostrándose una existencia sin rumbo, sin motivaciones, desjuiciada, desorientada y amoral. Se comenta que es un retrato hedonista, pero Larry Clark no muestra el placer que obtienen con el sexo y las drogas (incluso al contrario, porque se detallan dos escenas de violación, una en fuera de campo y otra explícita), sino que lo muestra como algo inherente en sus vidas. Lo que podría ser en otros adolescentes el deporte o las consolas aquí es el sexo y las drogas.

Para ello, Larry Clark no escatima detalles grotescos y sórdidos. En ese sentido, la primera parte de situación (y la mejor del largometraje), centrada principalmente en Marty Puccio y en Bobby Kent, ya nos dibuja la relación de amistad intoxicada por los sentimientos de inferioridad de ambos (y ambos responden a esos sentimientos de forma opuesta) en lo que vemos una situación clara de sometimiento y de sadomasoquismo. Así, esta relación de amistad, aderezada con una más que evidente homosexualidad latente, perfila sin ningún miramiento el rol de sádico de Bobby Kent (destacar al respecto las escenas de Bobby Kent desnudo mirándose al espejo) y el rol de masoquista de Marty Puccio. Lo que en otras manos más sutiles y más refinadas, podría ser el subtexto de la relación de amistad, en manos de Larry Clark al estilo de Todd Solonz, dicha situación perversa es el sustrato exterior y visible de la relación. Por lo que el espectador no deduce o interpreta signos soterrados, sino que ve.

La aparición de Lisa Connelly en la vida de Marty Puccio, como una Lady Macbeth idiotizada (impagable una de las escenas finales en las que Lisa le pide a su vecina que le acompañe en coche al lugar del crimen) desencadena la tragedia. Así poco a poco se va poblando la pantalla de más personajes del mismo ámbito de Lisa Connelly, la artífice inconsciente y se va fraguando una historia de venganza, en la que la idea del crimen se implanta en el seno de los personajes como un juego más, desprovisto de todo valor ético.

Larry Clark apabulla con crudeza y virulencia, filmando a golpes inestables y erráticos, con lo que la imagen y los movimientos refuerzan la desestabilidad emocional y psíquica de su personajes. Por ejemplo, largos y rápidos travellings circulares mareantes en las escenas en las que se reúnen para planear el crimen, cámara en mano con pulso quiebro en los momentos de tensión, etc...

La película funciona muy bien en su primera mitad, en la descripción de las situaciones (cosidas a bases de elipsis) que van provocando las causas y circunstancias que van conformando el crimen. Una vez que se ha realizado el crimen (reseñable también la gran intensidad y fuerza visual del crimen, destacando ese picado en el que enfoca a una de las chicas temblorosa, temblando en posición fetal en la parte trasera del coche), la película pierde fuelle aunque resulta muy interesante comprobar como estos adolescentes parecen tomar conciencia por primera vez, de que esto no es un juego, saliendo a relucir todos los traumas, inseguridades y desequilibrios emocionales y psíquicos de cada uno de los personajes.
También se puede acusar un mejor manejo cuando se centra en Booby Kent y Martin Puccio (los retratos de ambos están mejor perfilados) y así el resto de personajes aparecen erráticamente trazados y con menor dimensión. Por lo que se pierde la sensación de artefacto compacto.

No obstante, es apreciable por la gran fuerza emocional y visual con la que dota a su relato, por la descarnada y sañuda visión de la adolescencia, por su visión nociva y pesimista de las generaciones del futuro , en la que las breves apariciones de los adultos en el film, vienen a subrayar y a contextualizar ese resuello de víctimas, de prisioneros de unos adultos que no conocen a sus hijos, que están convirtiendo a sus hijos o en sujetos pasivos o en monstruos, sin darse cuenta del alcance. Ya lo dice el tag de la película: ¿Sabes lo que hacen tus hijos a las 4 a.m?

Recomendable a todo aquel que el nihilismo, irreverencia y grafismo amoral exhibido en el film no le vaya a resultar insultante y ofensivo (como así parece provocar en mucha gente que la ha visto). A ese respecto, me hace gracia, el argumento despectivo utilizado y bastante recurrido, tildando a Larry Clark de pornógrafo pederasta por esa explicitud de la que hace gala al reflejar las perversiones asumidas por su personajes como algo sin ninguna connotación moral y/o ética.



Trailer de Kids:


Dark Water


Resultado altamente satisfactorio aunque considero que es la que más se aleja del género. Ya lo comenté en el comentario de La Maldición cuando hice referencia a Dark Water. Más que un film de terror piscológico, estaríamos ante un film de terror con un fuerte sustrato dramático y meláncolico, en el que incluso, la aparición fantasmal de rigor en todo film de terror, incluso podría decirse que realmente no existe sino que vendría a ser un rasgo evidente del estado de enajenación mental de la protagonista.

Con ese aspecto, quiere jugar en su contra, el ex-marido de nuestra protagonista al tratar de arrebatar la custodia de su hija, y el final, tiempo después, en el que la hija adolescente se reencuentra con su madre, precisamente viene a reincidir en ese aspecto. Un final confuso en apariencia, pero que funciona como metáfora, como un epílogo simbólico.

Esta teoría se refuerza por la forma de rodar dicha secuencia: embargada en una atmósfera de sueño, etérea, nos da la sensación de que todo lo que hemos visto anteriormente fue producto de la imaginación desequilibrada de la madre en su firme voluntad de mantenerse junto a su hija.

De hecho, no es casualidad, la escasa presencia de los hechos sobrenaturales y de la niña-fantasma, cada vez más presente en perfecto paralelismo, al estado mental cada vez más débil de la madre. A medida que se va resquebrajando la estabilidad mental de la madre, la sucesión de hechos espectrales se suceden de forma más frecuente en una clara ascensión narrativa. Y no es casualidad en ese sentido, que la niña-fantasma sea otra niña abandonada por su madre (en perecta equiparación a lo que fue su pasado) y que venga desde el más allá para arrebatarle a su hija, en perfecto simbolismo del temor irracional en el que se ve sumida.

He aquí la grandeza del film. A partir del clásico relato de fantasmas, Hideo Nakata ofrece una segunda lectura, perfectamente interrelacionada y que no niega ni desvirtua la narracción sobrenatural sino que la complementa y la refuerza dándole por tanto mayor densidad y profundidad al guión. Por lo que nos encontramos acurrucada una segunda línea temática bajo la superficie, la cual se nos muestra de forma subliminal para que progesivamente a medida que se va desarrollando la narración, vaya aflorando más al exterior.


Ello provoca, que se puedan dar diversas interpretaciones al significado de la historia, todas ellas válidas y como ya digo una no niega a la otra. No se pueden discutir las interpretaciones porque todas ellas son válidas. Todo depende del ojo que la mira y de los aspectos que nos han llamado la atención. Yo, como opción personal, me decanto, por la idea de que todo existe en la mente enferma de una madre y por tanto la historia de fantasmas funciona como alegoría de la inestabilidad mental del personaje.

Se asocia asiduamente este film con El resplandor de Stanley Kubrick y algo de cierto hay en dicha relación. Al margen de la escena claramente deudora (u homenaje claro) en la que del ascensor emerge una gran oleada de agua sucia en clara equidistancia con la escena de ríos de sangre de El resplandor, también en la de Kubrick, un relato de corte fantástico sirve de soporte para narrarnos la desintegración/degradación mental de un escritor.

Película por tanto de una riqueza y complejidad temática insuperable, rodada muy al estilo japonés, con una planificación depurada, directa, sin efectismos, clásica en definitiva en el sentido de escasos recursos pero bien utilizados, en la que el aspecto inquietante pasa a desplazarse por una tristeza y melancolía presente a través de una atmósfera que se ocupa por azules días de lluvias y apagados tonos ocres (excelente fotografía) y situada en una vivienda de pisos embargada en un enardecedor halo de misterio y en el que la soledad en la que vive la madre y la hija, viene a conformar el tono adecuado y acertado de todo el film.


sábado, febrero 09, 2008

La ciencia del sueño


La imaginación, la vigilia, la equidistancia entre realidad y ficción, entre realidad y sueño.Y el amor, entre dos almas, dos vidas conectadas pero que solo hacen que girar en torno a ellas en una sucesión de desencuentros, que por muy cerca que se encuentren en el plano físico jamás llegan a unirse obstruidos por los temores, por la inseguridad y por la creencia fútil del amor no correspondido. Todo resulta muy interesante...sobre el papel.

Michel Gondry, después de Olvídate de mí, una de las mejores películas del 2004, tiene el reto de tirarse a la piscina sin red. Es decir sin Charlie Kauffman aportándole un sólido guión. Y desgraciadamente la narración se resiente.

En sus trabajos previos en el área del videoclip, especialmente cuando trabajaba para Björk, podíamos ver en sus realizaciones un talento visual basado en la realización artesanal, en el trabajo de materiales asociados a las manualidades que realizábamos en la escuela primaria con celofán, cartón, papel pinocho, cartulinas, telas, etc.. Y un uso de técnicas cinematográficas en desuso combinadas con cierta tecnología avanzada que acaban conformando un universo personal, propio y original con unas marcadas raíces naïf.
Michel Gondry juega con la idea de efecto pero sin ser "especial". Reivindica las técnicas antiguas en las que el cine era un hueco más en las barracas de feria, con su capacidad de ensoñación a través de trucos ópticos, juegos de dimensiones, superposición de materiales y escenarios, insertando a los personajes humanos en un mundo irreal de "cartón-piedra" con elementos asociados a la infancia y a la preservación de la inocencia.
Mélies, Ray Harryhausen y la técnica del stopmotion, los cortos de Europa del Este con muñecos de trapo animados, etc...

Human Behaviour - Björk (1993)


Así pues, La ciencia del sueño, se nos presenta como una prolongación de lo ensayado ya en los vídeo-clips más famosos de Björk. Por lo que, se pierde la capacidad de sorpresa. Todo se exponencia de forma desmesurada, confrontando el mundo onírico y real estableciendo una trenza de escenarios en la que se borran los límites que demarcan donde empieza un espacio y otro.
Las fugas hacia mundos oníricos entroncadas con el arraigo que supone el poso de nuestra de nuestra infancia, son constantes en el largometraje hasta el punto de que el protagonista, un evidente alter-ego del director, pierde la orientación, y nunca parece saber bien a qué ámbito su mente le está conduciendo, si a una percepción empírica de la realidad o bien a una percepción sensorial distorsionada por su caudal de imaginación artística. Esa reiteración acaba lastrando al film, porque el peso narrativo es mínimo, es más una cuestión expositiva. La trama no avanza con los diversos episodios (ni tampoco son disgresiones conceptuales que bifuquen las líneas temáticas del film porque todas ellas responde a un mismo motor), con lo que sutilmente, el film acaba convirtiéndose en una sucesión de videoclips que parecen descartes de imágenes ya utilizadas en su trabajo videográfico anterior.



No negaremos la coherencia con su trabajo fílmico y audiovisual anterior, su potencia como director multidisciplinar con una huella indeleble y reconocible. Pero la consistencia y la férrea construcción dramática de su anterior film, aquí está ausente, con lo que parece quedarse la película un poco hueca.

El tono del film es otro, Gondry esta vez quiere ir ligero de equipaje, nos conduce de forma liviana por los senderos de la comedia romántica ligera a través del exorcismo de sus vivencias de juventud. No es ese el problema, porque como comedia, sí que te puede mantener la sonrisa en los labios, pero el aspecto romántico pierde fuelle, aparece desdibujado, poco definido y vagamente tratado a pesar que la línea temática prácticamente se puede reducir a eso o parece centrarnos en eso. No esperaba pues, la intensidad emocional de su anterior film, pero tampoco me esperaba la torpeza que creo haberme encontrado. También contribuye a ello, a algo no intangible pero que tiene su peso en todo film romántico que se precie. Y es la falta de química entre la pareja protagonista. No tengo claro si se debe a un error de casting o a una pobre interpretación de Charlotte Gainsbourg, pero sinceramente, Gaël García Bernal no funciona bien con Charlotte Gainsbourg. Y a veces la pulsión romántica en un film se reduce a eso.

Respecto a Gäel García Bernal, valoro su esforzada y voluntariosa interpretación enérgica de su caracterización. Le imprime mucha vitalidad y frescura a su personaje, un optimismo y una felicidad muy naïf muy acorde con sus sueños, así como refleja muy bien ese carácter introvertido. También capta muy bien ese aliento de animal frágil herido ante los desprecios de la gente.Refleja muy bien ese entusiasmo, que vaya a saber usted por qué, me recordó a Johnny Depp en Ed Wood. Él sí que me convence y creo que se ajusta muy bien a lo que Gondry nos quiere transmitir.
Así pues, este canto encendido a la libertad adquirida a través de la imaginación (por la anarquía del celofán es el enblema del film), esa oposición de infancia versus madurez, naturaleza versus ciudad, onirismo versus alienación social, tiene todos los ingredientes para gozar de mis simpatías, tiene a un director del que admiro su trabajo, tiene a una actor protagonista que cumple con su cometido, pero la película me acaba fallando por su flaqueza argumental, y por su incapacidad de conexión emocional, pliegues y fisuras que acaban perjudicando al film.
Y de verdad, que con la mitad de Olvídate de mí ya me habría bastado.





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