domingo, abril 27, 2008

Los juncos salvajes


Es una delicia revisar una película después de muchos años y que la película gane enteros en su segundo visionado. Además recuerdo qué me falló en su momento y qué es lo que gana ahora. Para empezar lo más obvio. Yo no era el mismo, en aquel entonces con 20 o 21 años cuando la vi por primera vez que ahora con unos cuantos años de más. Negándome a hablar de mí mismo de forma evidente, los que me conocen ya saben a qué me refiero y no es solo por el fluir de los años sino por lo que ha transcurrido en esos años.

En la actualidad hablar de nacionalismos en términos cinéfilos puede resultar un concepto caduco. El transnacionalismo, hoy en día en lo que a cine se refiere es un hecho fehaciente, signo de nuestra época marcada por la globalización. No obstante, sí que es cierto que el cine hecho en Francia, sin intención de generalizar, exige cierto hábito que en el momento de su primer visionado yo carecía. No es lo mismo ver una película francesa cuando se han visto 50 que cuando se han visto 2 o 3. Más cuando asumo con toda hulmidad que mi visión cinematográfica está fuertemente mediatizada por el cine americano. Puede parecer que no, pero es un hecho determinante.

Hablando en términos de dirección también ha ayudado positivamente haber visto recientemente otra película del mismo director, Los Testigos, con la que he encontrado puntos de conexión. La forma en la que Techiné, describe, construye y centra su mirada relaciona fuertemente ambas películas, si bien, en apariencia no parezcan mostrar un nexo de unión aparente.

La película nos sitúa en la Provenza a principios de los años 60, en una primavera-verano, en un ambiente rural en la que tres alumnos de un colegio interno y la hija de una de las profesoras, emergen a la vida, en la turbulenta época de la adolescencia. Techiné como ya hizo con el SIDA en la década de los 80 en Los Testigos (película que por otra parte también recomiendo), usa como hábil telón de fondo, la independencia de Algeria, tanto por las noticias que llegan de la televisión y radio como por los diálogos y/o reacciones de los personajes.

En relación al primer visionado que comentaba, recuerdo que el desconocimiento de los hechos históricos que Techiné utiliza para enmarcar a sus personajes me provocaba cierta sensación de descontextualización y por tanto, me excluía del film. Y no sólo por no poseer información de la independencia de Argelia y como era vista desde Francia, sino por la manera que utiliza Techiné dichos elementos históricos. Techiné huye del didactismo fácil y por tanto jamás concretiza ni la época en la que se sitúan los personajes, ni los sucesos históricos en los que decide centrar su atención. Porque dichos aspectos geográficos, culturales e históricos los supedita a la construcción de sus personajes. A Techiné le interesa la interacción entre las coyunturas exógenas y las personas que se arropan bajo esas coyunturas. Cómo la independencia de Argelia influye y conforma la personalidad y el interior anímico de sus personajes. Y no la independencia de Argelia en sí.

Estamos acostumbrados, fuertemente influenciados por la exposición estandarizada que usa el cine americano (Munich de Steven Spielberg, sería un ejemplo) a que cuando se utiliza un determinado acontecimiento bélico-ideológico-político, se formule en el film de forma autónoma y de forma complementaria como dicho incidente afecta a los personajes. Techiné prescinde del primer planteamiento, lo que en mi caso, provocó un claro descoloque que afectó a mi percepción del film. Reitero, en ese sentido, que el visionado de Los Testigos, me ha ayudado a comprender mejor la estrategia narrativa de Techiné.

Porque por un lado, nos indetermina la zona geográfica. Podemos saber que la campiña francesa se encuentra cerca de Toulouse, por un momento en el que François Forestier le explica a Maïté Alvarez cómo ha sido su fugaz estancia en la ciudad, en oposición al ambiente rural en el que se sitúa la acción. No sabremos mucho más.

Respecto al momento cronológico, Techiné también se muestra esquivo. Vemos que François Forestier y Maïté Alvarez han ido al cine a ver una de Bergman, concretamente Como en un espejo, película que comentan de forma breve y que Techiné utiliza para definir a Forestier a partir de sus comentarios sobre el film. Sabremos, previa investigación, que Como en un espejo, 1961 como año de producción y estreno en Francia en 1962. Asimismo, en la segunda vez que vuelven a ir al cine, esta vez salen de ver Lola de Jacques Demy, cuyo año de producción fue 1961. Pocas pistas nos dará más.

Lo mismo sucede con el conflicto de Argelia, en este caso más presente, pero a través de menciones esquivas en los diálogos de los personajes (la OAS se menciona a menudo), de retazos de noticias radiofónicas y televisivas sobre el conflicto que van llegando (y advertiremos que la conflagración está llegando a su fin) y especialmente a través de la construcción de los personajes, que es ahí donde Techiné clarifica mejor a los espectadores no duchos en conflictos bélicos modernos de Francia.

Porque para dar voz a todas las voces ideológicas que tuvieron parte en el conflicto, establece a los personajes, personificando cada una de las voces, sin establecer jerarquías entre ellos, y por tanto, trazando un retrato ecuánime y equilibrado todas las opciones ideológicas que emergían ante el conflicto. Sin demostrar un decantamiento por uno u otro. Techiné, al provocar que todos ellos se interelacionen, evidentemente dibuja la confrontación entre sus personajes ya que cada uno muestra una posición diferente. Y ese conflicto es lo que permite la articulación de la narración. La resolución de Techiné ante el choque, no implica ningún punto irresoluble, sino al contrario. Opta por el diálogo a pesar de las diferencias y es más, aboga incluso por el amor (exponente máximo del diálogo). ¿Por qué sino, Techiné induce a que Maïté Alvarez acabe enamorada (y desvirgada) por Henri Mariani en la conclusión final del film?

La descripción de los personajes ayudará sin duda a definir mejor lo que ya argumento previamente.
  • Maïté Alvarez (Élodie Bouchez), hija de la profesora del internado, sin padre y siguiendo la línea ideológica de su madre. Es decir, simpatizante (¿afiliada?) del partido comunista francés que se oponía a la ocupación francesa de Argelia, y por tanto comprometida con el pueblo argelino sometido por el imperialismo francés.
  • Serge Bartolo (Stéphane Rideau), de ascendencia italiana y de origen humilde, hermano de un soldado francés destinado a la contienda argelina, y por tanto, viviendo en su entorno familiar a través de su hermano la inutilidad de la guerra. El film se inicia con la boda de su hermano, como una estrategia para escapar de la guerra. Su hermano quiere desertar, aspecto en el que Serge Bartolo se solidariza. La petición del hermano a la madre de Maïté Alvarez, para que le ayude a desertar y la negativa de ésta a pesar de su compromiso político contrario a la ocupación tendrá consecuencias trágicas para los dos entornos familiares.
  • Henri Mariani (Frédéric Gorny), el adulto de los cuatro jóvenes (21 años), internado en el mismo colegio y compañero de habitación de Serge Bartolo. Hijo de franceses argelinos y huérfano de padre por la acción terrorista argelina, desarraigado sin familia alguna en Francia y errante de internado en internado en Francia, firmemente politizado (obsesionado con las noticias radiofónicas sobre la guerra de Argelia), defensor de la ocupación francesa y firme postulante de las acciones de los golpistas que fracasaron cuando los argelinos se alzaron reclamando la independencia.
  • François Forestier (Gaël Morel), personaje que actúa como nexo de unión de los tres personajes, de origen humilde pero interesado en la cultura, internado también en el colegio junto a Serge y Mariani y presunto novio oficial de Maïté que se mantiene alejado de las ideas políticas de unos y otros y que únicamente busca la comunión entre las tres personas que aprecia en su existencia turbulenta, subyugado por los impulsos sexuales no aceptados. No hace falta ser un lince, para comprobar como Techiné derrama sus experiencias personales y autobiográficas en dicho personaje.

A lo largo del film veremos las experiencias de Forestier con el resto de personajes siempre por separado, hasta que llegamos al desenlace del film, en la estancia bucólica en el río (que da imagen al cartel del film), en el que confluyen los cuatro personajes principales irreconciliables en principio entre sí y unidos por el acercamiento que establece Forestier con los tres caracteres.

Evocaciones y...

Recuerdo que mientras la visionaba por segunda vez, a raíz del título de la película me vino a la memoria un verso de la canción del Dúo Dinámico, Resistiré, canción que hizo uso Almódovar en Átame. El verso dice así: "Soy como el junco, que se dobla pero siempre se mantiene en pie." Poco después, el profesor sustituto de Madame Álvarez en la clase de literatura, les hace leer a sus alumnos, la fábula sobre el roble y el junco. El roble presume ante el junco ante su imponente presencia, su firme arraigo a la tierra y su fortaleza. Ante una tempestad, el junco permanece en la ribera del río y el roble es arrancado de su lugar.

Dicha fábula y dicho verso definen a los cuatro adolescentes principales del film. En el desenlace, Mariani le comenta a Forestier: "Hay algo más violento que la guerra: que todo pasa". Y qué sino fuimos en la adolescencia. Seres dolientes con nuestros conflictos internos, con los dramas que tuvimos que pasar ya fuesen por motivos extrínsecos o intrínsecos (o una combinación de los dos cómo se narra en el film), que creimos que no aguantaríamos la tormenta. Y solo el tiempo nos ha demostrado que fuimos como el junco, que se dobla pero siempre se mantiene en pie. Como esos cuatro chic@s confundidos. Ya lo dice Maïté Alvarez: "No sabes como me pesa la juventud".

En mi álbum de cromos particular, dicho film también me hizo rememorar la lectura de El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio. Salvando las distancias entre novela y film, se establece también un drama social en un ambiente campestre, en un tono fluido, intimista y asociando adolescencia como fase evolutiva del hombre con naturaleza (salvaje) colindante al caudal de agua.

Porque la película está filmada de forma limpia, donde domina el amarillo del sol brillante y el verde del campo salvaje. Formalmente, Techiné rueda aferrándose a la verosimilitud, siendo siempre transparente y manteniendo a raya el lirismo poético. Solo se permite dos pequeños incisos elegiacos, uno especialmente sostenido:

Forestier abrazándose con toda sus fuerzas a Serge mientras que van en moto camino a la ciudad. Imagen que después verbalizará Forestier: "me siento como un ladrón", síntesis de sus sentimientos (prohibidos) respecto a Serge.

...Pulsiones

Porque Forestier, establece una lucha entre lo que es y lo que quiere ser. Si algo caracteriza a la adolescencia, es precisamente el florecimiento de las pulsiones sexuales. Y a eso precisamente Techiné, le otorga protagonismo. Ya lo dice Mariani "El sexo es lo mejor. Es auténtico. No hay dramas".

Forestier ante un espejo se repite continuamente "Je suis un pédé", "Je suis un pédé" poco después que Mariani le diga a Forestier: "No aceptarse es de cobardes". A pesar de ello, de su confusión sexual, Forestier sí que es capaz de sincerarse con Maïté, estableciéndose entre ellos un nexo más fuerte que el que les hubiese proporcionado el ser pareja. No me resisto a citar frases entre ellos. "Estoy contigo porque me das calma, pero no hay nada físico" a lo que ella responde "Estoy contigo para protegerme, para huir" y "Te quiero porque nunca serás mi enemigo".

Estremece al respecto, la escena en la que Forestier buscando referentes que le ayuden a comprenderse y aceptarse, acude a la zapatería del pueblo porque Maïté le ha comentado que el zapatero es gay. "Vengo a que me ayude con mi destino".

En el caso de Serge, su pulsión sexual es más primaria, más instintiva. Sin connotaciones culturales que le hagan interrogarse consigo mismo, no duda en acostarse con Serge, como una forma más de saciarse sexualmente, como el acostarse con la viuda de su hermana, como devorar con la mirada a Maïté. Animal sexual por excelencia, no es extraño que resulte el objeto de deseo de Forestier por la carga erótica que exuda el personaje de Serge.

Marini, el exiliado entre catetos, profundamente encallado tras la muerte de su padre, vive solo pensando en las ideas (políticas), hasta que se cruza en su camino, el amor. El amor que todo lo detiene, que neutraliza su odio.

Maïté, la protagonista femenina, dando palos de ciego, negándose ante la seducción masculina, desgarrada ante la ausencia de referentes paternos y maternos sólidos ( Madame Alvarez se derrumba ante el tormento de no ser valiente en su compromiso político), acaba al final del film floreciendo, abriéndose a la vida, actuando en vez de huir, tal como le comentaba a Forestier.

Película pues, franca, directa, transparente, lúcida, emotiva, estupendamente escrita e interpretada y centrada en sus personajes que nos habla de esa época vital que tanto nos obsesiona (a algunos). Además para quien no la haya visto, le servirá como a mí para descubrir a Élodie Bouchez (recomiendo La vida soñada de los ángeles) y a Stéphane Rideau, ambos actores a los que vale la pena seguir por diferentes motivos pero complementarios.

Bella película para ver, revisionar y recordar.

http://www.historiasiglo20.org/GLOS/guerraargelia.htm


domingo, abril 06, 2008

Pierrot el loco

El intelectual en la torre de marfil

Esto es lo que sucede cuando a un director se le dice que es un artista y se lo acaba creyendo demasiado.

Pierrot el Loco, me aparece como una prolongación de lo que fue Al final de la escapada llevado hasta el paroxismo. En su afán por buscar la máxima libertad, Godard simpatiza aquí con la anarquía en la construcción fílmica reincidiendo en similar motivación argumental. Una tenue y abigarrada línea argumental desintegrada que obedece también a una huida hacia adelante con toques de cine policíaco. Es como si Godard hubiese decidido dinamitar lo que fue Al final de la escapada, y lo que vemos en Pierrot el Loco es ese instante de la explosión, como van cayendo los restos con la misma lógica del caos y del desorden. Partículas que a su vez se no muestran como pálido reflejo de lo que fueron y ya no es.

Así Godard, conceptualiza su film arrastrando hasta la exasperación su ejercicio de libertad artística llevándolo hasta sus últimas consecuencias. Lo que fueron hallazgos, aquí son hartazgos. Lo que fue incesante intertextualidad de su film manifiesto, es aquí pura pedantería. Porque la pornografía intelectual de la que hace uso Godard, lo único que demuestra es el elevado nivel erudito de su director. Esta vez, la intensa participación que se buscaba en Al final de la escapada, ante tanta cita literaria, pictórica, filosófica y cinematográfica, se ensordece, dándonos un director que sí, es muy culto pero que no devuelve ningún tipo de feedback al espectador.
El orador cultivado en su torre de marfil, nos derrocha todo su conocimiento artístico pero nos deja empequeñecidos y asqueados ante tanta snobismo y ante tanta autosuficiencia cultural.

Recursos cinematográficos

Se maneja esta vez un presupuesto más holgado que curiosamente inmoviliza sus renovadores principios de transformación del lenguaje cinematográfico. En ese sentido, Godard extrema la no sincronización de la imagen y sonido, abusa de indicios gráficos no diegéticos y basa más que nunca la interpretación de sus actores en la improvisación. Pero sorprendentemente todo acaba resultando más convencional.

Esta vez, Godard al rodar en color, se permite jugar con las tonalidades del color y la iluminación (especialmente en las secuencias iniciales). Quiero destacar en ese sentido, la revisitación posmoderna que supone esos planos de Pierrot y Marianne Renoir en el coche, que no dejan de ser una reformulación de aquellos planos del cine americano clásico en los que se situaba a los personajes en el coche, detrás de un croma o pantalla.

Usa colores saturados muy a lo Nicholas Ray, es decir, colores muy vivos, henchidos, para mostrarnos la intensa vida que supone dejar atrás la sociedad burguesa y capitalista y encontrar una vía de pureza espiritual estrechada con la pureza de la naturaleza.

No obstante todo ello, ya no deslumbra, sino que responde a signos externos y superficiales de la política de autores. Porque todos estos recursos mostrados ya no parecen responder a la organicidad del film, sino que manifiestan esa necesidad de caracterizarse él como director-autor. La finalidad fílmica desaparece para dar paso a la actitud petulante del que está detrás de la cámara.

La persona por encima del arte

Es un caso más de como una personalidad artística que ansía exhibirse y declararse acaba eclipsando y malogrando el producto final. Porque tal como ya presumía, no evita caer en la autocita en numerosas ocasiones. Porque Ferdinand Griffon, 'Pierrot', tanto por su forma de furmar, como por su forma de actuar y comportarse, no cesa en su recuerdo constante a Michel. Y de la misma manera, Godard desea y ansía hablar a través de su personaje, esta vez mostrándonos un compromiso político más marcado.

Un compromiso político que ya era subyacente en su forma de narrar un estilo de vida, que rechaza los sustentos y pilares de la sociedad capitalista-burgués. La autorealización personal pasa por quebrantar, romper la autoridad y luchar por las normas impuestas coercitivas. Y sobretodo, escapar, fugarse hacia una vida libre, sin la presencia de la dominación institucional y personal. Una fuga que implica, por tanto, un aislamiento, una soledad, del luchador que se precipita hacia un final trágico, que busca caer por un precipicio sin revisar los efectos de la caída libre, sin importarle que al final del camino no exista una red que amortigüe el golpe.
La evasión narrada no obstante, tiene compañera de viaje, Marianne Renoir, que si al principio es la impulsora, después en una voluble actitud, traiciona, se aleja, y abandona a un Pierrot, que quiere verse reconocido como Ferdinand, por mucho que Marianne solo quiera dialogar con Pierrot le fou.

Puedo recoger instantes de bella poesía visual, puedo asumir una narración fragmentada, o la ausencia de ella, pero me cuesta encajar que sea más importante la personalidad del que lo muestra que lo mostrado en sí. El tono afectado y altivo de Godard, desgraciadamente fractura y devalúa el film que nos ocupa aunque me parezca respetable o legítimo sus intenciones, su compromiso político ante su presente y su discurso téorico-fílmico. Valores que sin duda pesarán en otros espectadores, pero que a mí hace que la balanza se me caiga a los pies.


viernes, abril 04, 2008

Adiós muchachos


Difícil tarea la de escribir un comentario de este film. No quiero ser injusto con el film pero creo que acabaré siéndolo y no le haré justicia.
Lo digo porque lo percibo como un buen film en todos los niveles pero que a mí....me dejó terriblemente frío. No sé como transmitirlo. Recuerdo que tuve similar sensación con El pianista de Roman Polanski.
No hubo implicación emocional activa con el film y eso es algo que me defraudó, dado que era uno de los temas recurrentes a los que como ya digo, siempre visito.

En un colegio católico, durante la ocupación, un muchacho burgués descubre que uno de sus compañeros es judío. La amistad que se forja entre ambos no podrá impedir el final trágico. (fuente: http://es.wikipedia.org)

Estamos ante una historia de la pérdida de la inocencia entre otras cosas. Ambientada durante la ocupación alemana en Francia en la 2ª Guerra mundial, la película bajo una rigurosidad ética describe muy acertadamente y con gran precisión el momento en el que se sitúa, y describe con suma perfección la ambivalencia de los franceses ante la ocupación alemana y cómo estas circunstancias agitadas acaban influyendo decisivamente en el microcosmos en el que se centra la acción, un colegio para burgueses y de cariz católico.
Por dicha perfección se percibe desde el principio su tamiz autobiográfico y la implicación emocional del director ante la historia que cuenta. Una implicación emocional desprendida de todo sentimentalismo y de nostalgia empalagosa que ofusque el resultado de la película.
Precisamente, esa falta de sentimentalismo, que no es un defecto sino más bien una virtud en este caso, en mi caso acaba jugando en su contra, ya que echo en falta más emotividad al tratamiento.

Otro punto que influye en la recepción fría del film me viene provocada por el retrato del protagonista. No le objeto ningún pero al retrato, ya que la introspección psicológica está muy bien construida (la de él y la de todos los personajes). El problema es que me resulta sumamente antipático y no me reconcilio con dicho personaje en ningún momento. Eso evidentemente, provoca que me distancie del film junto lo ya mencionado.

Es un retrato intimista, ecuánime, de sutilezas y de detalles sin estridencias y buen captor de los diversos matices que pueden adoptar una persona y una situación. Un retrato llevado hasta las últimas consecuencias, ya que acabado el visionado, me dio la sensación de asistir a un retrato con un perfecto acabado pero que no llega a más.....No es así, no es justo este valor, pero ya digo mi subjetividad no ligó con el enfoque del film.

Hay alguna escena prescindible (como la escena en la que se pierden en el bosque los dos protagonistas), pero en conjunto la película se sigue con interés. No le pido ritmo a una película francesa pero afortunadamente no existen escenas contemplativas y de presunta trascendecia. Eso sí, no hay acción, no espereis acción y movimiento, hay descripción de situaciones que todas ellas van creando y conformando el clima de la historia hasta el desenlace....

Por cierto, que el colegio sea católico podría dar pie a una crítica anticlerical, pero no es el caso (sólo hay una leve alusión pedofila). No estamos ante un colegio católico en la época franquista.


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