martes, noviembre 11, 2008

Paranoid Park

1979

Muerte

Con Paranoid Park, Gus Van Sant parece cerrar así una etapa artística iniciada con Gerry (2002), Elephant (2003), continuada con Last days (2005) y concluida con Paranoid Park (2007). En todas ellas, trata de establecer un retrato de la disfuncionalidad de la sociedad norteamericana a través del retrato de la apatía, la amoralidad y la desorientación de las nuevas generaciones. La muerte, como elemento abrupto que sesga la inocencia será el nexo de unión de los protagonistas de los filmes de Gus Van Sant.

La muerte en Elephant se presenta como elemento funesto y azaroso que evidencia la fragilidad de la vida humana (la vida sólo depende de aparecer en el momento y en el lugar menos adecuado), rompiendo abruptamente con la cotidianeidad monocorde y gris de la vida.

En Last Days, la muerte acecha cuando los asideros que te mantienen apegado al mundo dejan de tener sentido. En los últimos días de una existencia truncada, la soledad insondable ahoga el alma humana y solo existe paz si uno se encuentra perdido en la grandiosidad de la naturaleza, como sujeto que ya no decide participar del mundo que le rodea.

La muerte en Paranoid Park sigue presentando ese carácter fortuito otorgado en Elephant, para sumir a nuestro protagonista en un viaje interior hacia los recovecos más oscuros del alma humana. La muerte con su fuerza arrolladora es la que provoca el desorden en el mundo interior de Alex, porque es en ese momento cuando siente. Cuando siente la vida porque ha traspasado las fronteras entre el cuerpo y la sustantividad. Y es curiosamente la muerte la que provoca que se haga partícipe. La que otorga sentido a su existencia. En ese desorden emocional, le urge la necesidad de establecer un diálogo interior por primera vez. Pero no tiene las herramientas para hacerlo. Así, el sentimiento de culpa y el miedo que se enardece como un gigante demoníaco que devora su tranquilidad le mantiene en un callejón sin salida.

Con una pequeña ayuda de mis amigos lo consigo rezaba una canción de los Beatles. Y es así cómo Alex, conseguirá poner orden. Es cómo conseguirá controlar el río desbocado que fluye en su interior. Y lo hará a través de la escritura, a partir del consejo que le da una amiga suficientemente perspicaz para deducir que hay algo en Alex que no funciona.

El puente

1979 es una canción de los Smashing Pumpkins. Su videoclip ilustra la vida de un grupo de adolescentes que se encuentran entre la infancia y la edad adulta. Podrían ser compañeros de Alex. La canción con una melodía melancólica en medio-tiempo contrapuntea las diversas escenas festivas-jocosas que vemos en el videoclip. El contraste entre imagen y música crea una cierta sensación de evocación hipnótica.

Similar sensación nos embargará en nuestro viaje a Paranoid Park de la mano de Gus Van Sant.

El director, en un auto asumido riesgo de experimentación formal y narrativa, realiza un ejercicio de abstracción y conceptualización para buscar nuevas formas artísticas de expresión que le permitan navegar mejor en el mundo anímico de sus personajes. Así, reduce a la más mínima esencia el contenido temático y narrativo de sus propuestas y trata de establecer su film como una experiencia sensorial desdramatizada.

Los adolescentes de Gus Van Sant, desde aquellos tiempos lejanos del Mike Waters (River Phoenix) en My own private Idaho (1991), siempre son extraños en el paraíso. Son seres solitarios, aislados, que deambulan por un mundo que no les pertenece. Son personajes que se desdibujan ante la cámara para vaciarse en presencias. Cuerpos errantes a los que la cámara de Gus Van Sant filmará con una sinuosa fascinación hacia el rostro y el cuerpo que retrata.

Así, dentro del catálogo de seres que Gus Van Sant despliega en su filmografía, Alex se nos presenta como un personaje solitario, con contactos superficiales con su entorno. Paranoid Park, se le aparece como el lugar del que quiere formar parte. Necesita hacerse partícipe de una colectividad para romper con su sempiterna soledad, y aunque le produce miedo, será su lugar en el mundo. A un nivel simbólico más profundo, ese espacio, desconocido, que empieza a transitar, representará el estado de madurez. Es un personaje en transición, entre la infancia y el mundo adulto.

En ese sentido, Gus Van Sant ya realiza una declaración de intenciones desde el primer plano fijo del film en el que se suceden los títulos de crédito. Dicho plano es un puente con el tráfico acelerado. Ese puente será su símbolo visual para presentarnos el juego que nos va a proponer. Ya que su film será un puente entre la realidad exterior y cómo nosotros asimilamos dicha realidad a través de nuestra racionalidad y sentimientos. Un puente entre la infancia y mundo adulto, entre presente y pasado.

Estilo

A través de Alex, de lo que ve, cómo lo siente y cómo lo reconstruye para plasmarlo en la escritura, establecerá las premisas fílmicas para hacernos saltar desde el mundo anímico de Alex al mundo que le rodea. De esta manera, establecerá un trenzado de representaciones (mentales, sensoriales y “objetivas”) articuladas a través de un montaje que establece vericuetos caprichosos. Una composición organizativa en la que se jugará con el presente y el pasado indeterminando, el tiempo y el lugar, a base de una superposición de elipsis y momentos oníricos que suspenden la acción.

Por ello, Gus Van Sant, reduce el contenido a la mínima argucia argumental, estableciendo un suspense que funciona como mcguffin. El autor no quiere limitarse a explicarnos una historia. Quiere seducirnos, embargarnos en un estado emocional, a través de la imagen y la música, recordando en los momentos más líricos al cine de Wong Kar Wai. Esa adhesión emocional, que consigue a través de la imagen ralentizada, la música y los planos-secuencias con la steadycam, elegantes y serpenteantes, embarga al espectador en una atmósfera narcótica que suspende todo juicio valorativo ante las acciones de Alex.

Para ello utilizará dos tipos de fotografías: una granulada con una fuerte exposición lumínica y ralentizada para adentrarse en las puertas de la percepción emotiva de Alex y otra ya en 35 mm para filmar el mundo convencional, cuando todavía no ha sido mediatizado por su sentir. Como si fuese una realidad exterior a él.

En definitiva, Gus Van Sant, con un ascetismo narrativo encomiable, se adentra en el difícil arte de la sugerencia sensorial para atraernos con un evidente poder magnético hacia los meandros convulsos de un adolescente, que pierde su inocencia para no recuperarla jamás.

Version 2.0 editado por Liliana Sáez.



domingo, septiembre 14, 2008

Al final de la escapada

A finales de los años 50 una pléyade de jóvenes directores irrumpió con fuerza y con gran sonoridad dispuestos a desestabilizar los grandes cimientos en los que se había cimentado la cinematografía francesa en los años 1945-1955.

Curtidos en las filas de la crítica cinematográfica combativa de la gran plataforma cultural que fue la revista Cahiers du Cinema, los jóvenes críticos cinéfilos con la insolencia de la juventud se alzaron contra la cinematografía francesa. Su grito de guerra se plasmó a través del texto de François Truffaut, en enero de 1954, Una cierta tendencia del cine francés.

El pistoletazo de salida de la Nouvelle Vague (y reconocimiento) se dio en el Festival de Cannes de 1959, con el premio al mejor director a Truffaut por Los cuatrocientos golpes (Les Quatre cents coups, François Truffaut, 1959) y por la presentación en el mismo certamen de Hiroshima mi amor (Hiroshima mon amour, Alain Resnais, 1959). A partir de aquí, como si un caballo de Troya se tratase, dieron el salto a la dirección, Eric Rohmer, Claude Chabrol, Jacques Rivette, Jacques Demy, Agnés Varda, Jean Luc Godard, etc. que definieron definitivamente los rasgos de la modernidad del cine ya prefigurados por el Neorrealismo y por la individualidad autoral de directores como Luis Buñuel, Dreyer, Robert Bresson, Jean Renoir y sin olvidarnos de los grandes autores italianos como Rossellini, Passolini, Visconti, Antonioni y Fellini.

Es difícil precisar, que fuese un movimiento, debido a la singularidad de los directores y asimismo por su carácter eminentemente individualista (siguiendo la línea teórica que ellos propulsaron de la política de los autores). La dispersa heterogeneidad de las propuestas fílmicas provoca que la Nouvelle Vague se defina por aquello por lo que se oponían y no tanto por aquello que les confluía. Claude Chabrol afirma que más que una escuela era una anti-escuela. Están decididos a insuflar aire al cine y para ello es inevitable romper, fracturar, y despedazar las leyes de la gramática del cine clásico.

El director que sin duda estuvo más decidido a ello, fue Jean Luc Godard, el más iconoclasta, heterodoxo y revolucionario de todos sus compañeros.

La carta de presentación de Jean Luc Godard fue Al final de la escapada (À bout de soufflé, Jean Luc Godard, 1960). Con el análisis de su film, al margen de ya expresar su profunda personalidad artística, podremos extraer, aquellos rasgos de confluencia y oposición en los que convergían los rebeldes cineastas de la Nouvelle Vague, “los jóvenes turcos”.

La película se inicia con una dedicatoria a Monogram Pictures, productora americana de películas de bajo presupuesto o serie B en los años 30, 40 y 50.

La dedicatoria, ya de por sí, es toda una declaración de intenciones, ya que Godard apuntala uno de los signos característicos de su filmografía: las citas, las referencias cinéfilas, la incesante intertextualidad.

Ante esta dedicatoria, está reclamando la posibilidad de nuevos modos de producción, siguiendo la estela del Neorrealismo y especialmente, de uno de los padres putativos de la Nouvelle Vague, Roberto Rossellini. Jean Luc Godard, y sus compañeros, saldrán a la calle (de París fundamentalmente) a respirar, a coger aire a bocanadas, con gran pasión y vitalidad.

Frente a lo estanco e inmóvil, el movimiento como virtud cinematográfica. Frente al artificio pulcro de las adaptaciones literarias que alejan el cine del espectador, la aproximación al realismo, la improvisación, el desaliño y en definitiva la libertad del hecho cinematográfico.

Porque lo que se estaba reclamando a través del nuevo cine que ellos proponían, era ni más menos que la democratización del cine. Que el cine estuviese al alcance de nuevas generaciones, y demostrar con el ejemplo que se puede rodar con bajo coste.

Analizar detenidamente y con fruición la organicidad y arquitectura de este film evidencia la vigencia actual en términos cinematográficos.

Godard establece una morfología que se sustenta sobre varios principios ya apuntalados previamente a la realización del largometraje: los escritos de Bázin, el neorrealismo italiano, y el clasicismo americano para confluir en los ejes fundamentales y primordiales del film que nos ocupa.

Es un film, como todo cine moderno que se precie y eso será común en todo el cine de la Nouvelle Vague, con una modalidad expresiva bien marcada en un sistema coherente sellado por posibilidades hercúleas: iluminación y (aparente) sonido natural, cámara en mano, primeros planos, montaje sincopado, filmación en localizaciones reales, improvisación, etc.
¿Por qué moderno? Por la presencia notable de las expresiones lingüísticas frente a la famosa escritura invisible tan del cine clásico.

Por ello, ya desde el inicio se adopta un punto de vista móvil, siempre en tránsito, provocando siempre una mirada de intensa participación. De esta manera, con el formato que se adopta (cámaras más ligeras y que permiten mayor maniobrabilidad,) se "está más cerca" de lo que se filma. Es un film cerrado sobre los rostros y cuerpos, reforzando en ese sentido la fisicidad del film, como algo vibrante, sin recurrir a efectos del montaje (entendidos como elementos externos de la acción) que acentúen el dinamismo. Nos enfrentamos pues a una imagen incierta y desvaída renunciando a la plasticidad que evocaría un aspecto más pictórico y por tanto contrario a las intenciones de Godard.

Por ello, Al final de la escapada se construye bajo una figuración fuerte (el rostro y cuerpo de Michel y de Patricia siempre por encima del ambiente que le rodea), en una composición recia y rigurosa (al margen de la imperfección del encuadre o del movimiento inevitable por el uso de cámara en mano).

En dicha forma de fijar figura y fondo, Godard, apuesta por unos márgenes casi caprichosos, que dan apariencia de improvisado, ya que los encuadres parecen ser ejecutados sin planificación, sin estudio compositivo. No obstante, es pura apariencia ya que la forma de establecer los márgenes del plano responde siempre a una voluntad autoral, a un signo y a un código que responde a la ruptura del academicismo francés. De esta manera, se destaca la personalidad rupturista del director, la mirada personal. Opta por aparentar encuadres sin márgenes fijados o irregulares, que parecen erróneos, descuidados y fallidos en su composición. Es falso. Hay tanto estudio en los encuadres de Godard como en los planos perfectamente pulidos, ejecutados y limpios de un Hitchcock que los entiende siempre como un mecanismo afinado.

En lo que respecta a las soluciones luminotécnicas, Godard, siguiendo con el engrasado que comentábamos, prescinde de luz artificial gracias a la utilización de película ultrasensible, lo que provoca diferentes granos de la imagen y a su vez refuerza la idea de desaliño, de descuido, de naturalismo imperfecto. Obsérvese al respecto al principio del film, la secuencia del viaje de regreso a París, el incidente con la policía. Asimismo, la iluminación natural aporta una iluminación neutra dirigida a obtener resultados realistas, subrayando la cualidad del objeto iluminado, en este caso Michel y Patricia.

Godard, y es algo que será una constante en su cine, huye de la sincronización entre imagen y sonido, tomando caminos no siempre convergentes. De esta manera, la voz establece también en muchas ocasiones una unión temporal de secuencias y una relación significativa con los elementos visuales del film.

Decíamos que Al final de la escapada (À bout de soufflé, Jean Luc Godard, 1960) puede tomarse como la génesis de todo "el cine moderno" que vendría a continuación por la fuerte presencia de sus modalidades expresivas. Una resaltada presencia que toma su cuerpo especialmente en el montaje. Así pues, se nos presenta como un laberinto de yuxtaposiciones, como una sucesión de instantes fragmentados, inconexos y dispersos. Esta unión disonante impide a los fragmentos integrarse o reclamarse recíprocamente haciéndose notar el troceado. Esta ruptura de la continuidad narrativa, será adoptada después por cineastas a ambos lados del atlántico de forma masiva. Recordemos por ejemplo a Woody Allen, el cual construiría de similar forma dos de sus películas más exacerbadas y neuróticas: Desmontado a Harry (Deconstructing Harry, Woody Allen 1997) o Maridos y mujeres (Husbands and wives, Woody Allen, 1992).

En esta gramática visual y conceptual prácticamente desgranada, no es menos importante la presencia de la música. Godard retomando las experimentaciones que Louis Malle ya llevó a cabo en Ascensor para el cadalso (Ascenseur pour l’Échafaud, Louis Malle, 1958) utiliza su música no ya con fines diegéticos sino que la establece como un personaje más. El jazz como soporte musical no es una elección arbitraria, ya que de la misma manera que la literatura se acercaba al jazz, transformando así y renovando la narrativa tradicional, de la misma manera Godard sustenta su film como si una jam sesion se tratase. En pocas películas se le da tanta importancia a la música no ya como recurso expresivo para reforzar o acentuar las emociones narradas en el film sino como fuente de inspiración de la propia creación del film. Godard así se apropia de la libre experimentación, del desorden creativo en continuo movimiento, de la libertad como manifestación expresiva que otorga el jazz a la música. Ello no es óbice a que en determinados momentos Godard utilice la música para acentuar el lirismo y la dulce poesía al definir sus personajes como bien podría hacer Alfred Hitchcock. La música no solo acompaña, sino que marca el tono emotivo de la escena.

Como hemos visto hasta el momento, a partir del encendido homenaje al cine negro americano, se efectúa un eficiente modo de representación moderno, estableciéndose una modificación de variables que le permiten interrogarse sobre el ejercicio del cine. Dicha grafía formal va acompañada también de unos nuevos modos narrativos y una nueva construcción de personajes, que se sustentarán bajo los mismos principios de ruptura formales.

El contexto cultural francés con el existencialismo de Jean Paul Sartre en boga (y en Godard específicamente Baudelaire y Walter Benajmin que propugnaba una estética de la fragmentación), la Nouveau Roman que reclamará nuevas vías de expresión en la literatura (y acabarán colaborando con el cine gracias a Alain Resnais) y el jazz, insuflan en el largometraje nuevos estilemas narrativos.

Los personajes, ya no aparecen definidos de forma diáfana estableciendo si se quiere un psicologismo más abstracto o difuso (cuesta apreciar por ejemplo las motivaciones de Patricia) diluyéndose los personajes en una trama que pierde peso en cuanto a narración de acontecimientos. Pero así mismo la subjetividad de los personajes estará más presente, aunque esquiva. Los estados mentales serán más palpables estableciendo un grado de complejidad y problematización más acorde con el cine posmoderno que con el cine que homenajea.

La ficción acorde con el planteamiento de Godard, será más discursiva que narrativa, promoviendo la participación activa en el espectador (los personajes miran a cámara, Michel le habla al espectador). De acuerdo con el montaje, se insufla una descomposición y por tanto una ruptura de la continuidad argumental. Entran en escena los tiempos muertos (la escena del hotel con Patricia y Michel), la dispersión de anécdotas, la improvisación de situaciones desengarzadas, estableciendo más un collage de disposiciones que una historia secuencial y lógica. En un cine con marcas de enunciación tan explícitas, la realidad que se capta a través de los flujos cotidianos de las calles de París, a través de los modismos y/o argot incorporados a los personajes, establece una realidad profílmica que no se ajusta exactamente a la realidad física. El registro de dicha realidad se ejecuta a través de un tratado expresivo y personal. Es la subjetividad del autor, lo que filtra la realidad, es ese el rasgo de diferenciación respecto al Modo de Representación Institucional.

Por tanto, el prohibido prohibir, no solo se graba a fuego en las cuestiones estilísticas sino que además la Nouvelle Vague junto con la película debut de Godard, impone nuevas temáticas (el nihilismo, el existencialismo, el suicidio, nuevas miradas a la sexualidad y/o afectividad masculina y sobretodo femenina etc.) y nuevos modelos de representación del hombre y de la mujer.

Porque el punto de eclosión y de rejuvenecimiento de la industria francesa (no solo por los directores sino también por directores de fotografía como Raoul Coutard, o actores como Jeanne Moureau, Jean Pierre Léaud) no solo se llevó a cabo por una generación de directores jóvenes fogueados en la cinefilia sino porque además, al igual que ellos, existió un público que estaba reclamando nuevas formas de ver y mirar el cine. Un público también curtido en las filmotecas y cine-clubs, en las salas de arte y ensayo, en la cinefilia. Ante esa comunión entre directores y público, la decisión de productores arriesgados y valientes y una legislación que favorecía el debut en largometrajes hicieron el resto.

En definitiva, la grandeza de la película que nos ocupa es la contagiosa joie de vivre que transmite al espectador, por ese encendido ejercicio lúdico metalingüístico y autorreflexivo que es el film en manos de Godard. Como dijo nuevamente Claude Chabrol, Godard al dinamitar las leyes de la gramática cinematográfica clásica, crea una nueva (y estrictamente personal) de la que se beneficiarán sus compañeros. Jules y Jim (Jules et Jim, François Truffaut, 1962), por ejemplo, bebe en buena sustancia, de las soluciones formales que ya avanza Godard.

Parafraseando a Godard en una irónica afirmación sobre la visualización de los campos de exterminio en el cine, podría pensarse que aquella pretendida revolución que pretendieron conseguir con el asalto generacional al cine se redujo finalmente a conseguir su lugar bajo el sol.
Dado que ya en un temprano 1963, la Nouvelle Vague, mostró signos de agotamiento, podría pensarse que fracasaron en su intento. Se les acusó de no comprometerse con su tiempo histórico y/o social por la ausencia en su cine de por ejemplo el conflicto de Argelia (Godard, en cambio, pretendió corregir dicho reproche con un cada vez más radicalizado compromiso político y en buena forma El soldadito, Le Petit soldat, 1963 contradice dicha crítica).

Podría evidenciarse que el cine de los jóvenes turcos acabó convirtiéndose en aquel cine de papá o de qualité que ellos atacaban, produciéndose una vez más el fenómeno tan común de Saturno devorando a sus hijos.

Se podrá decir como bien señala irónicamente Román Gubern que el cine de la Nouvelle Vague casi se redujo a asuntos de cama, y a cine burgués para público burgués (recordemos que Truffaut en su texto de 1954 denunciaba esto mismo del cine jerárquico después de la posguerra).

Podrá argumentarse que aquella política de autores, (inspirada sin duda en el camera-stylo de Astruc), como arma de guerra, resultaba injusta, elitista e ineficaz, más llevada por una pasión que por una hermenéutica bien construida. Es cierto que dicha teorización el cine, ha dejado en el cine y en la crítica profesional vicios y preconcepciones que todavía hoy perduran pero también es cierto, que gracias a ellos, aquellos directores bendecidos por su religiosidad cinéfila, han sido colocados en la historia del cine en el lugar que se merecen.

Pero todo ello no es óbice para obviar el inmenso legado que dejó Godard, su film debut y la Nouvelle Vague por extensión, en cinematografías posteriores a ambos lados del atlántico: Bernardo Bertolucci, Martin Scorsese, Woody Allen, Michael Haneke, Quentin Tarantino, el cine USA de los años 70, el movimiento DOGMA, el cinema Novo brasileño, y un largo etcétera, testimonian cómo el ejercicio de deconstrucción formal y narrativo llevado a cabo en Al final de la Escapada ha sido toda una fuente de inspiración para el cine contemporáneo.


domingo, agosto 31, 2008

Roma, ciudad abierta



La segunda guerra mundial trajo consigo, una crisis de valores que impedía ver con nitidez la relación del hombre con las cosas. Aparece una realidad dislocada, profundamente fragmentada y por tanto la realidad ya no puede verse de la misma manera. Es imprescindible forjar una nueva conciencia que permita reconstruir la identidad histórica y nacional de los países desvastados.

Italia fue uno de los países de Europa que más acusó el proceso de destrucción que trajo consigo la segunda guerra mundial.

En las cenizas humeantes de la posguerra, Italia, tras el paso de las tropas aliadas y del nazismo (de norte a sur), se encontraba en un triste estado de descomposición.
Como bien señala Jean Luc Godard, Italia perdió su identidad nacional que tuvo que ser reconstruida con ayuda del cine.

En ese contexto, tal como indicaba Bertolt Brecht, los cambios de época requerían cambios en los modos de representación. Emerge así el Neorrealismo Italiano.

Es necesario precisar que en tiempos del fascismo italiano, en aquellos círculos intelectuales más próximos a la izquierda (situados entre El Centro Sperimentale di Cinematografía con Umberto Babaro y Luigi Chiarini a la cabeza y la revista Cinema) influenciados por el realismo poético francés (especialmente por el cine de Jean Renoir) y por la literatura norteamericana de realismo negro (con escritores como Ernest Hemingway, John Dos Passos, William Faulkner,etc.) se estaba reclamando una vuelta al realismo en el cine como manifestación cultural.

Ossessione (Ossessione, Luchino Visconti, 1942), respondió a este requerimiento en firme oposición al cine que se realizaba en el fascismo italiano. La cultura oficial del fascismo estaba caracterizada por un carácter grandilocuente, en un afán escapista poblado de comedias sentimentales y melodramas llenos de glamour y bien alejados de la realidad cotidiana (el cine de los teléfonos blancos).

Frente a un cine cargado de retórica, Visconti responde con un film en el que se retrata gente vulgar, en el que el protagonista es un vagabundo, en el que se habla de adulterio, y en el que se recrea con cierto verismo determinados ambientes sociales, poniendo especial énfasis en el retrato de las situaciones sociales más que en los acontecimientos narrativos. Las influencias de Jean Renoir con el que Visconti trabajó, y la adaptación de la novela de realismo negro de James M. Cain, El cartero siempre llama dos veces, fueron puestas en práctica en dicho largometraje, el cual supuso el primer disparo certero a la muralla cultural.

En ese caldo de cultivo Rossellini aunque realizaba films de propaganda para el régimen, se servía del documental como herramienta de descubrimiento de la realidad. En 1943, ante la inminente ocupación nazi, y la necesidad de esconderse por su acuerdo con la resistencia, reacciona comprometiéndose éticamente con su sociedad y luchando ante el olvido histórico. El cine no puede ser indiferente a la situación política. Nace Roma ciudad abierta, en 1945, desde una posición moral, como grito de protesta ante la ocupación y pistoletazo de salida para el movimiento del Neorrealismo italiano.

En su texto de 1953 para la revista Retrospettive, Dos palabras sobre el Neorrealismo, Rossellini manifiesta que:
El realismo para mí, no es más que la forma artística de la verdad. Cuando se reconstruye la verdad, se obtiene la expresión.
El film realista es el film que plantea y se plantea problemas: el film que pretende hacer pensar.
Todos nosotros hemos asumido, en la posguerra, este compromiso. Para nosotros lo importante era la búsqueda de la verdad, la correspondencia con la realidad

En Roma ciudad abierta, podemos vislumbrar el perfecto ejemplo de su pensamiento creativo.
Bajo una corriente profundamente espiritualista (y católica), Rossellini dará tres películas al movimiento: la película que nos ocupa, Paisá (Paisá, Roberto Rossellini, 1946) y Alemania año cero (Germania, anno zero, Roberto Rossellini, 1948).

En sus tres películas tomará conciencia de los conflictos de su presente, tal como hemos dicho, y se planteará cual es la forma idónea para plasmar tales conflictos desde una posición comprometida.

En la inmediata posguerra, tras el proceso de liberación, la industria cinematográfica estaba en proceso de reconstrucción, circunstancia que propiciaba que surgiesen proyectos cinematográficos que otros tiempos no hubiese sido posible. Con pocos medios, rodando con las colas de los negativos ante la ausencia de película virgen, en escenarios naturales, con actores semi-profesionales o no actores, el largometraje, posibilita unos nuevos modos de producción frente al cine de estudios. Así servirá de inspiración no solo a sus compatriotas italianos como Visconti o De Sica, sino a la Nouvelle Vague que recogerá el testigo de Rossellini en sus primeras acometidas tras la pantalla. Asimismo, evidentemente propicia una posibilidad para aquellos países de cinematografías pobres (los mal llamados cines periféricos) como Japón, los países de la Europa del Este o los países de America latina.
Por tanto, nos encontramos ante un cine que nace de la necesidad y de la oposición, un cine de la inmediatez.

Roma ciudad abierta como largometraje de transición entre una época y otra, se convierte en un híbrido entre los recursos documentales ya previamente ensayados y una estructura de cine clásico.

Rossellini consideraba que la realidad ya poseía su propio valor intrínseco y la mejor forma y más rigurosa de aprehender la realidad a nivel estilístico era a través del procedimiento que posibilita el documental como fuente de verismo.

Pero para que el film funcionase como eficiente arma de concienciación (y no necesariamente política), era necesario conseguir la implicación emocional del espectador, apelando a la indignación.

Rossellini bajo un cariz profundamente católico apela a la compasión, a la piedad cristiana, al sufrimiento y al sacrificio humano erigiendo a sus personajes como representantes del pueblo italiano.

Es en este foco de atención donde la película funciona con gran fuerza emocional y eleva al film en la categoría de cine imperecedero. Y además en ese sentido, la muerte de Pina (estupenda Anna Magnani), deviene un punto de escisión de sus dos vertientes (el realismo social de la proximidad frente a la trama novelesca). La segunda parte del film más centrada en los aspectos de espionaje y contra espionaje bebe indudablemente del cine de suspense americano.

No obstante, Rossellini con su film prefigura por lo menos tres aspectos de la modernidad cinematográfica que justifican que se le considere uno de los padres espirituales del cine moderno.
  • A nivel estilístico, como hemos comentado el uso de las técnicas del documental para ficcionar una historia, lo que implica salir a la calle a rodar, iluminación natural, etc.
  • A nivel narrativo, pese a ser una película de carácter coral por esa voluntad de erigirse en representación del pueblo italiano, Pina, sobresale por encima del resto de los personajes y la primera parte del film está centrada fundamentalmente en ella. Su muerte en la mitad del film, rompe con los esquemas preconcebidos del espectador y anticipa lo que posteriormente realizaría Hitchcock en Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960). Deja al espectador huérfano, desorientado y sin asideros que le permitan anticiparse al devenir de los acontecimientos. Asimismo, dicho discurrir que se sitúe en la mitad del film, hace respirar al espectador el aire de tragedia que será explicitado en la conclusión del film.
  • El tercer aspecto también narrativo digno de señalar, que ya remarcaba por ejemplo Víctor Erice, se refiere a la planificación escénica de la tortura en el desenlace del film.
    El explicitar la tortura, sin obviarnos el rostro magullado de Manfredi, mostrando sin ningún pudor el sacrificio (tal como está planificada la escena se rememora la figura del mártir cristiano), supone la pérdida de la inocencia cinematográfica. Esta escena que produjo no pocas discusiones con su guionista Sergio Amidei (Rossellini se oponía a ella), no obstante funciona como voluntad fehaciente de no ocultar la realidad y por tanto instaura en el cine una nueva forma política de entender el cine.

Rossellini estaba especialmente preocupado porque su película no se convirtiese en un simple panfleto político. Deseaba evidenciar su postura moral para llegar a la verdad. Ante esa preocupación, si bien el film evidencia una visión pesimista de la resistencia italiana, las referencias políticas son difusas en la caracterización de los personajes si se quiere más novelescos. Es en este esquematismo donde la película ha envejecido a pasos agigantados. Rossellini lamentaría tiempo después que su film estuviese demasiado sujeto a un guión.

El mayor Bergmann, perverso, maquiavélico, despiadado y amanerado, aparece excesivamente como un personaje de cartón piedra. Es un trazado maniqueísta muy deudor del retrato clásico del cine norteamericano. No obstante, se obvia cualquier referencia explícita al nazismo, convirtiéndose así en un prototipo de villano, pero casi borrando las connotaciones políticas.

Ingrid, su colaboradora nazi, nos aparece como la versión femenina del mismo personaje, también maquiavélica, desalmada, implacable y lesbiana asociando la orientación sexual del personaje como perversión sexual (y por tanto indisociable de la maldad) fruto de la moral cristiana que atraviesa toda la película. De hecho la escena del abrigo de visón recuerda poderosamente a la sra. Danvers de Rebeca (Rebecca, Alfred Hitchcock, 1940), otra pérfida lesbiana.

Por otra parte, aunque es un cine de clara oposición a la cultura oficial, el fascismo italiano brilla por su ausencia. Asimismo, tampoco aparece representada la burguesía, por lo que se obvia la denuncia de esa clase social.

Y en lo que respecta a los colaboracionistas no parecen exhibir motivaciones políticas sino más bien necesidad de arribismo. El ejemplo más claro en ese sentido es Marina: huye de la pobreza y ansía el glamour y para ello no se detendrá ante nada. Es un personaje fuertemente inestable, mentiroso, drogadicto y nuevamente con tendencias lesbianas. Ante este dechado de virtudes, se justifica la traición, desencadenando la tragedia.

En cambio, el pueblo heroico sobrevive con dignidad ante las circunstancias, mostrando la resistencia activa políticamente como tremendamente ineficaz. Este retrato de la colectividad italiana es el que le permite a Rossellini redescubrir la realidad, y es en ese marcado realismo social ante localizaciones reales, donde la película muestra toda su potencia expresiva y vigor emocional.

Película testimonial, valiente, comprometida, eterna.

Os dejo con una de las secuencias fundamentales no del film sino de la historia del cine.

Muchísimas gracias a Liliana Sáez.


lunes, mayo 19, 2008

El tiempo del lobo



No está a la altura de Funny Games (1997) o La pianista (2001) , pero mantiene puntos de interés, sobretodo en la primera mitad, que es la que me transmite más sensaciones.

El largomentraje rodado a continuación de La pianista, en 2003, se sitúa en un entorno apocalípitico (sin ningún atisbo de ciencia ficción) para realizar un ensayo o una reflexión sobre la condición humana ante adversidades extremas como la presente.

Filmada y concebida con una aspereza y sequedad extremas, sin atisbo de música incidental durante todo el film. Este hecho, inevitablemente nos deja una sensación de hueco, de vacío. No se facilita información alguna sobre la causa, el contexto o los prolegómenos de la situación. Por lo que la abstracción de la película es uno de los factores determinantes en la concepción formal y argumental.

Deducimos que los recursos y comodidades básicas escasean y sobre este concepto y las consecuencias de ello (el pillaje, la caída de los principales valores éticos y morales del hombre ante una situación límite, el abuso del que se autodenomina líder ante una situación extrema, el instinto de supervivencia demoliendo al prójimo, el egoismo, la supremacía del más fuerte frente al débil, etc) se configura todo el discurso del film.

La primera parte del film (y la más interesante), y la más enfrascada en cuanto a puesta en escena, se mantiene en el ascetismo absoluto con planos panorámicos generales en los que los personajes son enmarcados en el vasto paisaje desde la lejanía y en donde la oscuridad adquiere una negrura espesa (como pocas veces se ve en cine, ya que no se recurre a la iluminación artificial). Esta primera parte ya asienta los preceptos estéticos del film y transmite muy bien el estado anímico de los personajes, perdidos ante la inmensidad del paraje natural....

La segunda parte del film y donde pierde fuelle, se sitúa cuando la madre y los dos niños llegan a una estación de tren donde se encuentran con los restos de civilización humana. Está habitada por refugiados ya inmersos plenamente en el mundo animal, y con una deshumanización cada vez más progresiva. A partir de aquí, la película se dispersa, ya que Isabelle Huppert y los niños se diluyen ante el colectivo. Entiendo la intención de Haneke de querer expresarnos la idea que el ser humano ante situaciones críticas, acaba perdiendo su individualidad (y su libertad) para conformarse dentro del estrato social que le proteja y al que acata ciegamente, pero este juicio acaba por malograr las virtudes del film, ya que en esta parte, Haneke pierde la fluidez narrativa.

Quizás por este desplazamiento de intereses y por narrarnos de forma un tanto embarrullada, la película se hace cansina. No hay claridad expositiva y el hecho de que Haneke no pierda la ocasión para jugar con simbolismos y retruécanos visuales, acaba por nublar al espectador.Por lo que es una película que empieza de forma prometedora con una propuesta arriesgada, cayendo posteriormente en el vacío, por un peso excesivo del discurso filosófico del director.



domingo, mayo 11, 2008

Fucking Amäl



"Más de la mitad de los suicidios en adolescentes varones es atribuible a la discriminación por orientación sexual". Alba Payás Puigarnau. El País. Sábado 10 de mayo de 2008.

En el mismo artículo nos sigue diciendo: "(...) muchos de estos suicidios se producen en jóvenes homosexuales que viven su orientación sexual de modo tan extremadamente conflictivo por la presión del ambiente, que acaban quitándose la vida".

Esta pequeña película sueca de 1998 nos habla precisamente de eso mismo. Porque han pasado 10 años, pero los estudios realizados en Europa en la actualidad, certifican el mismo dato que seguramente nos dirían en 1998.
Al cine, le ha costado mucho tratar la homosexualidad en el cine. No es ninguna noticia. Para ello, es de obligado visionado un excelente documental, El celuloide oculto (USA,1995) que nos narra con gran lucidez como ha sido tratada la homosexualidad en la historia a través del cine USA desde los inicios hasta la actualidad. Inesperadamente dicho documental se convierte en un auténtico tratado histórico presentando la "historia oculta del cine norteamericano".

Y tenemos que esperar hasta los años 90, para que desde Europa, se aborde la homosexualidad en la adolescencia, sin ninguna perspectiva dogmática, demonizadora y/o moralista. Sino como lo que es. Lo que nos comenta Alba Payás en El País. Un tremendo conflicto interior que trastoca la existencia de quien lo vive.

Beautiful thing (Reino Unido, 1996), Get real (Reino Unido, 1998), Fucking Amäl (Suecia,1998) y más tardíamente Tormenta de verano (Alemania, 2004) se complementan unas a otras porque todas nos están explicando la misma historia con sus distintas variaciones. Todas tienen puntos en común. Son óperas primas (por lo que no se manejan grandes presupuestos), se narran con actores desconocidos, todas ellas se centran en el presente más inmediato, se alejan de las grandes urbes y el costumbrismo es la nota común en la óptica narrativa.


¿Mi favorita? Beautiful thing, por su capacidad de convertir un drama social en un verdadero cuento de hadas. Por su ternura, su sano sentido del humor y porque fue la primera y por tanto la que ha abierto una vía inexplorada hasta que dicho film se realizó. Cuando se habla de realismo mágico, yo pienso en este film, porque consigue extraer poesía de la cotidianidad sin recurrir a ningún elemento fantástico ni a recursos melindrosos.
La wikipedia nos dice acerca del realismo mágico: El realismo mágico se define como la preocupación estilística y el interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. No es una expresión literaria mágica, su finalidad no es la de suscitar emociones sino más bien expresarlas y es, sobre todas las cosas, una actitud frente a la realidad .
La escena final, o la escena en la que consuman el amor por primera vez, en la que la cámara, respeta la intimidad de los jóvenes amantes dejando la habitación para irse por la ventana, con una ligera brisa que mueve la cortina, mientras suena una canción de Sonrisas y lágrimas (Sixteen going on seventeen), o la escena del primer beso en el bosque mientras la cámara en un travelling circular de aproximación/lejanía acaricia la escena y envuelve a los personajes mientras suena Mama Cass...

Volviendo a Fucking Amäl, Agnes Ahlberg (Rebecka Liljeberg), es una adolescente enamorada de una compañera de clase, Elin Olsson (Alexandra Dahlström), una rubia explosiva y muy popular. La película empieza de hecho con Agnes escribiendo en su ordenador cuanto ama a Elin. Por lo que, es evidente que Agnes no tiene ningún brete con su orientación sexual. No obstante, eso no significa que esté muy adaptada en su entorno. Las escenas en el colegio o la escena (terrible) de la fiesta de cumpleaños nos definen meridialmente su situación aguda de pertubación social.

Elin, en cambio, va sin rumbo, pero perfectamente integrada. Y Elin como ya pasaba en uno de los partenaires de Get Real o Beautiful thing, no tiene tan clara su tendencia sexual. Y así mientras por un lado vemos a Agnes con su profunda desazón por su abisal alienación, veremos por otro lado como Elin va asumiendo su amor hacia Elin para culminar en el final del largometraje, en una auténtica salida del armario mediatizada por un encierro en un lavabo del instituto.

Tanto Fucking Amäl como Beautiful Thing o Get real, parecen querernos decir a través de sus personajes que tener cierto éxito social o ser popular en el grupo de iguales, dificulta la asunción interior (y por tanto la aceptación) de la tendencia sexual, mientras que aquel chico/chica que se sitúa en los márgenes, precisamente por eso mismo, tiene antes interiorizada y aceptada su homosexualidad. Saben que son diferentes, y por eso mismo sufren de forma más acentuada su neurosis en su relación con el entorno y el otro. Como si el éxito social fuese un inhibidor y un retardador de la evolución afectiva de la persona.

Sacrifican por tanto la honestidad consigo mismos (o el reconocimiento afectivo) por tal de mantener su status social. Personajes con los que el director se muestra ambivalente, ya que el doble-juego en el que se ven sumidos los personajes acaba dañando al otr@. Así sucede en Fucking Amäl y se desarrolla ampliamente en Get real.


Así, Elin, no sufre ninguna depresión, pero eso no evita que esté hastiada con la estupidez masculina (el retrato de los chicos es demoledor y demasiado maniqueo), todo le agobia y le cansa y se siente profundamente asqueada con todo lo que hace. Su indefinición le desorienta y a su vez agudiza por otra parte, el cuestionamiento de su ámbito social.


En cambio, sobre aquellos personajes que se sitúan en los márgenes recae la mirada empática. Su comportamiento y su sentir es bien diferente. Como Jamie en Beautiful Thing donde le dice a su madre, ¿por qué soy tan raro? o Agnes con su intento de suicidio porque se le hace insoportable la existencia en el jodido pueblo en el que trasladaron hacen año y medio.


Podríamos pensar que Fucking Amäl es una película Dogma por sus recursos estilísticos aunque aquí está más motivado por una falta de medios que por una determinada concepción ideológica. El Dogma campaba a sus anchas en los años 90 en toda Europa, y por tanto, no es extraño, que ante poco medios y ante las ganas de estar apegado al máximo posible a la realidad y por tanto, crear un costumbrismo más auténtico, el director se dejase contagiar por los preceptos del Dogma. Esto es, cámara en mano, iluminación, sonido natural y ausencia de decorados. Algo que por cierto ya Godard y la Nouvelle Vague ya preconizaban a finales de los años 50, por mucho que el pesado Lars Von Trier en los 90 nos quisiese descubrir la sopa con ondas.

Afea un poco la propuesta formal, pero no negaré que consigue lo que pretende, sin duda por su manejo de actores (supongo que noveles), destacando especialmente la chica que hace de Agnes y por unos diálogos que han escuchado mucho a la calle y al barrio. Algo que por otra parte también se conseguía ya con Beautiful thing y Get real sin necesidad de contagiarse del movimiento Dogma.

Usuarios de filmaffinity al escribir sobre este film, pedían que este largometraje fuese de visionado obligado en los institutos para que nuestros docentes abordasen la homosexualidad y educasen en la tolerancia y en la pedagogía de la diferencia. Algo sigue fallando en nuestra sociedad para que en pleno 2008, el suicidio siga siendo el segundo motivo de mortalidad adolescente y que a su vez, más de la mitad de dicho motivo todavía sea la discriminación sexual.

¿Cuánto estamos realmente sensibilizados con la discriminación sexual? Un amigo me decía que después de la ley de matrimonios gays, ¿qué más nos falta por reivindicar?

Creo que mientras que aquel que viva la diferencia como un profundo conflicto tal como nos ilustran las películas mencionadas, todavía queda mucho por reivindicar.

Si el cine ha tardado cerca de un siglo en reparar en esta cuestión, ¿cuánto nos queda todavía por recorrer?

Os dejo con el trailer de Fucking Amal, un tributo a Beautiful thing hecho por funscenes2 en el que se muestran las escenas que yo comentaba del film, y un pequeño clip que hice yo abordando la discriminación sexual con la estupenda canción de Gary Jules, Mad World del soundtrack de Donnie Darko.







domingo, abril 27, 2008

Los juncos salvajes


Es una delicia revisar una película después de muchos años y que la película gane enteros en su segundo visionado. Además recuerdo qué me falló en su momento y qué es lo que gana ahora. Para empezar lo más obvio. Yo no era el mismo, en aquel entonces con 20 o 21 años cuando la vi por primera vez que ahora con unos cuantos años de más. Negándome a hablar de mí mismo de forma evidente, los que me conocen ya saben a qué me refiero y no es solo por el fluir de los años sino por lo que ha transcurrido en esos años.

En la actualidad hablar de nacionalismos en términos cinéfilos puede resultar un concepto caduco. El transnacionalismo, hoy en día en lo que a cine se refiere es un hecho fehaciente, signo de nuestra época marcada por la globalización. No obstante, sí que es cierto que el cine hecho en Francia, sin intención de generalizar, exige cierto hábito que en el momento de su primer visionado yo carecía. No es lo mismo ver una película francesa cuando se han visto 50 que cuando se han visto 2 o 3. Más cuando asumo con toda hulmidad que mi visión cinematográfica está fuertemente mediatizada por el cine americano. Puede parecer que no, pero es un hecho determinante.

Hablando en términos de dirección también ha ayudado positivamente haber visto recientemente otra película del mismo director, Los Testigos, con la que he encontrado puntos de conexión. La forma en la que Techiné, describe, construye y centra su mirada relaciona fuertemente ambas películas, si bien, en apariencia no parezcan mostrar un nexo de unión aparente.

La película nos sitúa en la Provenza a principios de los años 60, en una primavera-verano, en un ambiente rural en la que tres alumnos de un colegio interno y la hija de una de las profesoras, emergen a la vida, en la turbulenta época de la adolescencia. Techiné como ya hizo con el SIDA en la década de los 80 en Los Testigos (película que por otra parte también recomiendo), usa como hábil telón de fondo, la independencia de Algeria, tanto por las noticias que llegan de la televisión y radio como por los diálogos y/o reacciones de los personajes.

En relación al primer visionado que comentaba, recuerdo que el desconocimiento de los hechos históricos que Techiné utiliza para enmarcar a sus personajes me provocaba cierta sensación de descontextualización y por tanto, me excluía del film. Y no sólo por no poseer información de la independencia de Argelia y como era vista desde Francia, sino por la manera que utiliza Techiné dichos elementos históricos. Techiné huye del didactismo fácil y por tanto jamás concretiza ni la época en la que se sitúan los personajes, ni los sucesos históricos en los que decide centrar su atención. Porque dichos aspectos geográficos, culturales e históricos los supedita a la construcción de sus personajes. A Techiné le interesa la interacción entre las coyunturas exógenas y las personas que se arropan bajo esas coyunturas. Cómo la independencia de Argelia influye y conforma la personalidad y el interior anímico de sus personajes. Y no la independencia de Argelia en sí.

Estamos acostumbrados, fuertemente influenciados por la exposición estandarizada que usa el cine americano (Munich de Steven Spielberg, sería un ejemplo) a que cuando se utiliza un determinado acontecimiento bélico-ideológico-político, se formule en el film de forma autónoma y de forma complementaria como dicho incidente afecta a los personajes. Techiné prescinde del primer planteamiento, lo que en mi caso, provocó un claro descoloque que afectó a mi percepción del film. Reitero, en ese sentido, que el visionado de Los Testigos, me ha ayudado a comprender mejor la estrategia narrativa de Techiné.

Porque por un lado, nos indetermina la zona geográfica. Podemos saber que la campiña francesa se encuentra cerca de Toulouse, por un momento en el que François Forestier le explica a Maïté Alvarez cómo ha sido su fugaz estancia en la ciudad, en oposición al ambiente rural en el que se sitúa la acción. No sabremos mucho más.

Respecto al momento cronológico, Techiné también se muestra esquivo. Vemos que François Forestier y Maïté Alvarez han ido al cine a ver una de Bergman, concretamente Como en un espejo, película que comentan de forma breve y que Techiné utiliza para definir a Forestier a partir de sus comentarios sobre el film. Sabremos, previa investigación, que Como en un espejo, 1961 como año de producción y estreno en Francia en 1962. Asimismo, en la segunda vez que vuelven a ir al cine, esta vez salen de ver Lola de Jacques Demy, cuyo año de producción fue 1961. Pocas pistas nos dará más.

Lo mismo sucede con el conflicto de Argelia, en este caso más presente, pero a través de menciones esquivas en los diálogos de los personajes (la OAS se menciona a menudo), de retazos de noticias radiofónicas y televisivas sobre el conflicto que van llegando (y advertiremos que la conflagración está llegando a su fin) y especialmente a través de la construcción de los personajes, que es ahí donde Techiné clarifica mejor a los espectadores no duchos en conflictos bélicos modernos de Francia.

Porque para dar voz a todas las voces ideológicas que tuvieron parte en el conflicto, establece a los personajes, personificando cada una de las voces, sin establecer jerarquías entre ellos, y por tanto, trazando un retrato ecuánime y equilibrado todas las opciones ideológicas que emergían ante el conflicto. Sin demostrar un decantamiento por uno u otro. Techiné, al provocar que todos ellos se interelacionen, evidentemente dibuja la confrontación entre sus personajes ya que cada uno muestra una posición diferente. Y ese conflicto es lo que permite la articulación de la narración. La resolución de Techiné ante el choque, no implica ningún punto irresoluble, sino al contrario. Opta por el diálogo a pesar de las diferencias y es más, aboga incluso por el amor (exponente máximo del diálogo). ¿Por qué sino, Techiné induce a que Maïté Alvarez acabe enamorada (y desvirgada) por Henri Mariani en la conclusión final del film?

La descripción de los personajes ayudará sin duda a definir mejor lo que ya argumento previamente.
  • Maïté Alvarez (Élodie Bouchez), hija de la profesora del internado, sin padre y siguiendo la línea ideológica de su madre. Es decir, simpatizante (¿afiliada?) del partido comunista francés que se oponía a la ocupación francesa de Argelia, y por tanto comprometida con el pueblo argelino sometido por el imperialismo francés.
  • Serge Bartolo (Stéphane Rideau), de ascendencia italiana y de origen humilde, hermano de un soldado francés destinado a la contienda argelina, y por tanto, viviendo en su entorno familiar a través de su hermano la inutilidad de la guerra. El film se inicia con la boda de su hermano, como una estrategia para escapar de la guerra. Su hermano quiere desertar, aspecto en el que Serge Bartolo se solidariza. La petición del hermano a la madre de Maïté Alvarez, para que le ayude a desertar y la negativa de ésta a pesar de su compromiso político contrario a la ocupación tendrá consecuencias trágicas para los dos entornos familiares.
  • Henri Mariani (Frédéric Gorny), el adulto de los cuatro jóvenes (21 años), internado en el mismo colegio y compañero de habitación de Serge Bartolo. Hijo de franceses argelinos y huérfano de padre por la acción terrorista argelina, desarraigado sin familia alguna en Francia y errante de internado en internado en Francia, firmemente politizado (obsesionado con las noticias radiofónicas sobre la guerra de Argelia), defensor de la ocupación francesa y firme postulante de las acciones de los golpistas que fracasaron cuando los argelinos se alzaron reclamando la independencia.
  • François Forestier (Gaël Morel), personaje que actúa como nexo de unión de los tres personajes, de origen humilde pero interesado en la cultura, internado también en el colegio junto a Serge y Mariani y presunto novio oficial de Maïté que se mantiene alejado de las ideas políticas de unos y otros y que únicamente busca la comunión entre las tres personas que aprecia en su existencia turbulenta, subyugado por los impulsos sexuales no aceptados. No hace falta ser un lince, para comprobar como Techiné derrama sus experiencias personales y autobiográficas en dicho personaje.

A lo largo del film veremos las experiencias de Forestier con el resto de personajes siempre por separado, hasta que llegamos al desenlace del film, en la estancia bucólica en el río (que da imagen al cartel del film), en el que confluyen los cuatro personajes principales irreconciliables en principio entre sí y unidos por el acercamiento que establece Forestier con los tres caracteres.

Evocaciones y...

Recuerdo que mientras la visionaba por segunda vez, a raíz del título de la película me vino a la memoria un verso de la canción del Dúo Dinámico, Resistiré, canción que hizo uso Almódovar en Átame. El verso dice así: "Soy como el junco, que se dobla pero siempre se mantiene en pie." Poco después, el profesor sustituto de Madame Álvarez en la clase de literatura, les hace leer a sus alumnos, la fábula sobre el roble y el junco. El roble presume ante el junco ante su imponente presencia, su firme arraigo a la tierra y su fortaleza. Ante una tempestad, el junco permanece en la ribera del río y el roble es arrancado de su lugar.

Dicha fábula y dicho verso definen a los cuatro adolescentes principales del film. En el desenlace, Mariani le comenta a Forestier: "Hay algo más violento que la guerra: que todo pasa". Y qué sino fuimos en la adolescencia. Seres dolientes con nuestros conflictos internos, con los dramas que tuvimos que pasar ya fuesen por motivos extrínsecos o intrínsecos (o una combinación de los dos cómo se narra en el film), que creimos que no aguantaríamos la tormenta. Y solo el tiempo nos ha demostrado que fuimos como el junco, que se dobla pero siempre se mantiene en pie. Como esos cuatro chic@s confundidos. Ya lo dice Maïté Alvarez: "No sabes como me pesa la juventud".

En mi álbum de cromos particular, dicho film también me hizo rememorar la lectura de El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio. Salvando las distancias entre novela y film, se establece también un drama social en un ambiente campestre, en un tono fluido, intimista y asociando adolescencia como fase evolutiva del hombre con naturaleza (salvaje) colindante al caudal de agua.

Porque la película está filmada de forma limpia, donde domina el amarillo del sol brillante y el verde del campo salvaje. Formalmente, Techiné rueda aferrándose a la verosimilitud, siendo siempre transparente y manteniendo a raya el lirismo poético. Solo se permite dos pequeños incisos elegiacos, uno especialmente sostenido:

Forestier abrazándose con toda sus fuerzas a Serge mientras que van en moto camino a la ciudad. Imagen que después verbalizará Forestier: "me siento como un ladrón", síntesis de sus sentimientos (prohibidos) respecto a Serge.

...Pulsiones

Porque Forestier, establece una lucha entre lo que es y lo que quiere ser. Si algo caracteriza a la adolescencia, es precisamente el florecimiento de las pulsiones sexuales. Y a eso precisamente Techiné, le otorga protagonismo. Ya lo dice Mariani "El sexo es lo mejor. Es auténtico. No hay dramas".

Forestier ante un espejo se repite continuamente "Je suis un pédé", "Je suis un pédé" poco después que Mariani le diga a Forestier: "No aceptarse es de cobardes". A pesar de ello, de su confusión sexual, Forestier sí que es capaz de sincerarse con Maïté, estableciéndose entre ellos un nexo más fuerte que el que les hubiese proporcionado el ser pareja. No me resisto a citar frases entre ellos. "Estoy contigo porque me das calma, pero no hay nada físico" a lo que ella responde "Estoy contigo para protegerme, para huir" y "Te quiero porque nunca serás mi enemigo".

Estremece al respecto, la escena en la que Forestier buscando referentes que le ayuden a comprenderse y aceptarse, acude a la zapatería del pueblo porque Maïté le ha comentado que el zapatero es gay. "Vengo a que me ayude con mi destino".

En el caso de Serge, su pulsión sexual es más primaria, más instintiva. Sin connotaciones culturales que le hagan interrogarse consigo mismo, no duda en acostarse con Serge, como una forma más de saciarse sexualmente, como el acostarse con la viuda de su hermana, como devorar con la mirada a Maïté. Animal sexual por excelencia, no es extraño que resulte el objeto de deseo de Forestier por la carga erótica que exuda el personaje de Serge.

Marini, el exiliado entre catetos, profundamente encallado tras la muerte de su padre, vive solo pensando en las ideas (políticas), hasta que se cruza en su camino, el amor. El amor que todo lo detiene, que neutraliza su odio.

Maïté, la protagonista femenina, dando palos de ciego, negándose ante la seducción masculina, desgarrada ante la ausencia de referentes paternos y maternos sólidos ( Madame Alvarez se derrumba ante el tormento de no ser valiente en su compromiso político), acaba al final del film floreciendo, abriéndose a la vida, actuando en vez de huir, tal como le comentaba a Forestier.

Película pues, franca, directa, transparente, lúcida, emotiva, estupendamente escrita e interpretada y centrada en sus personajes que nos habla de esa época vital que tanto nos obsesiona (a algunos). Además para quien no la haya visto, le servirá como a mí para descubrir a Élodie Bouchez (recomiendo La vida soñada de los ángeles) y a Stéphane Rideau, ambos actores a los que vale la pena seguir por diferentes motivos pero complementarios.

Bella película para ver, revisionar y recordar.

http://www.historiasiglo20.org/GLOS/guerraargelia.htm


domingo, abril 06, 2008

Pierrot el loco

El intelectual en la torre de marfil

Esto es lo que sucede cuando a un director se le dice que es un artista y se lo acaba creyendo demasiado.

Pierrot el Loco, me aparece como una prolongación de lo que fue Al final de la escapada llevado hasta el paroxismo. En su afán por buscar la máxima libertad, Godard simpatiza aquí con la anarquía en la construcción fílmica reincidiendo en similar motivación argumental. Una tenue y abigarrada línea argumental desintegrada que obedece también a una huida hacia adelante con toques de cine policíaco. Es como si Godard hubiese decidido dinamitar lo que fue Al final de la escapada, y lo que vemos en Pierrot el Loco es ese instante de la explosión, como van cayendo los restos con la misma lógica del caos y del desorden. Partículas que a su vez se no muestran como pálido reflejo de lo que fueron y ya no es.

Así Godard, conceptualiza su film arrastrando hasta la exasperación su ejercicio de libertad artística llevándolo hasta sus últimas consecuencias. Lo que fueron hallazgos, aquí son hartazgos. Lo que fue incesante intertextualidad de su film manifiesto, es aquí pura pedantería. Porque la pornografía intelectual de la que hace uso Godard, lo único que demuestra es el elevado nivel erudito de su director. Esta vez, la intensa participación que se buscaba en Al final de la escapada, ante tanta cita literaria, pictórica, filosófica y cinematográfica, se ensordece, dándonos un director que sí, es muy culto pero que no devuelve ningún tipo de feedback al espectador.
El orador cultivado en su torre de marfil, nos derrocha todo su conocimiento artístico pero nos deja empequeñecidos y asqueados ante tanta snobismo y ante tanta autosuficiencia cultural.

Recursos cinematográficos

Se maneja esta vez un presupuesto más holgado que curiosamente inmoviliza sus renovadores principios de transformación del lenguaje cinematográfico. En ese sentido, Godard extrema la no sincronización de la imagen y sonido, abusa de indicios gráficos no diegéticos y basa más que nunca la interpretación de sus actores en la improvisación. Pero sorprendentemente todo acaba resultando más convencional.

Esta vez, Godard al rodar en color, se permite jugar con las tonalidades del color y la iluminación (especialmente en las secuencias iniciales). Quiero destacar en ese sentido, la revisitación posmoderna que supone esos planos de Pierrot y Marianne Renoir en el coche, que no dejan de ser una reformulación de aquellos planos del cine americano clásico en los que se situaba a los personajes en el coche, detrás de un croma o pantalla.

Usa colores saturados muy a lo Nicholas Ray, es decir, colores muy vivos, henchidos, para mostrarnos la intensa vida que supone dejar atrás la sociedad burguesa y capitalista y encontrar una vía de pureza espiritual estrechada con la pureza de la naturaleza.

No obstante todo ello, ya no deslumbra, sino que responde a signos externos y superficiales de la política de autores. Porque todos estos recursos mostrados ya no parecen responder a la organicidad del film, sino que manifiestan esa necesidad de caracterizarse él como director-autor. La finalidad fílmica desaparece para dar paso a la actitud petulante del que está detrás de la cámara.

La persona por encima del arte

Es un caso más de como una personalidad artística que ansía exhibirse y declararse acaba eclipsando y malogrando el producto final. Porque tal como ya presumía, no evita caer en la autocita en numerosas ocasiones. Porque Ferdinand Griffon, 'Pierrot', tanto por su forma de furmar, como por su forma de actuar y comportarse, no cesa en su recuerdo constante a Michel. Y de la misma manera, Godard desea y ansía hablar a través de su personaje, esta vez mostrándonos un compromiso político más marcado.

Un compromiso político que ya era subyacente en su forma de narrar un estilo de vida, que rechaza los sustentos y pilares de la sociedad capitalista-burgués. La autorealización personal pasa por quebrantar, romper la autoridad y luchar por las normas impuestas coercitivas. Y sobretodo, escapar, fugarse hacia una vida libre, sin la presencia de la dominación institucional y personal. Una fuga que implica, por tanto, un aislamiento, una soledad, del luchador que se precipita hacia un final trágico, que busca caer por un precipicio sin revisar los efectos de la caída libre, sin importarle que al final del camino no exista una red que amortigüe el golpe.
La evasión narrada no obstante, tiene compañera de viaje, Marianne Renoir, que si al principio es la impulsora, después en una voluble actitud, traiciona, se aleja, y abandona a un Pierrot, que quiere verse reconocido como Ferdinand, por mucho que Marianne solo quiera dialogar con Pierrot le fou.

Puedo recoger instantes de bella poesía visual, puedo asumir una narración fragmentada, o la ausencia de ella, pero me cuesta encajar que sea más importante la personalidad del que lo muestra que lo mostrado en sí. El tono afectado y altivo de Godard, desgraciadamente fractura y devalúa el film que nos ocupa aunque me parezca respetable o legítimo sus intenciones, su compromiso político ante su presente y su discurso téorico-fílmico. Valores que sin duda pesarán en otros espectadores, pero que a mí hace que la balanza se me caiga a los pies.


viernes, abril 04, 2008

Adiós muchachos


Difícil tarea la de escribir un comentario de este film. No quiero ser injusto con el film pero creo que acabaré siéndolo y no le haré justicia.
Lo digo porque lo percibo como un buen film en todos los niveles pero que a mí....me dejó terriblemente frío. No sé como transmitirlo. Recuerdo que tuve similar sensación con El pianista de Roman Polanski.
No hubo implicación emocional activa con el film y eso es algo que me defraudó, dado que era uno de los temas recurrentes a los que como ya digo, siempre visito.

En un colegio católico, durante la ocupación, un muchacho burgués descubre que uno de sus compañeros es judío. La amistad que se forja entre ambos no podrá impedir el final trágico. (fuente: http://es.wikipedia.org)

Estamos ante una historia de la pérdida de la inocencia entre otras cosas. Ambientada durante la ocupación alemana en Francia en la 2ª Guerra mundial, la película bajo una rigurosidad ética describe muy acertadamente y con gran precisión el momento en el que se sitúa, y describe con suma perfección la ambivalencia de los franceses ante la ocupación alemana y cómo estas circunstancias agitadas acaban influyendo decisivamente en el microcosmos en el que se centra la acción, un colegio para burgueses y de cariz católico.
Por dicha perfección se percibe desde el principio su tamiz autobiográfico y la implicación emocional del director ante la historia que cuenta. Una implicación emocional desprendida de todo sentimentalismo y de nostalgia empalagosa que ofusque el resultado de la película.
Precisamente, esa falta de sentimentalismo, que no es un defecto sino más bien una virtud en este caso, en mi caso acaba jugando en su contra, ya que echo en falta más emotividad al tratamiento.

Otro punto que influye en la recepción fría del film me viene provocada por el retrato del protagonista. No le objeto ningún pero al retrato, ya que la introspección psicológica está muy bien construida (la de él y la de todos los personajes). El problema es que me resulta sumamente antipático y no me reconcilio con dicho personaje en ningún momento. Eso evidentemente, provoca que me distancie del film junto lo ya mencionado.

Es un retrato intimista, ecuánime, de sutilezas y de detalles sin estridencias y buen captor de los diversos matices que pueden adoptar una persona y una situación. Un retrato llevado hasta las últimas consecuencias, ya que acabado el visionado, me dio la sensación de asistir a un retrato con un perfecto acabado pero que no llega a más.....No es así, no es justo este valor, pero ya digo mi subjetividad no ligó con el enfoque del film.

Hay alguna escena prescindible (como la escena en la que se pierden en el bosque los dos protagonistas), pero en conjunto la película se sigue con interés. No le pido ritmo a una película francesa pero afortunadamente no existen escenas contemplativas y de presunta trascendecia. Eso sí, no hay acción, no espereis acción y movimiento, hay descripción de situaciones que todas ellas van creando y conformando el clima de la historia hasta el desenlace....

Por cierto, que el colegio sea católico podría dar pie a una crítica anticlerical, pero no es el caso (sólo hay una leve alusión pedofila). No estamos ante un colegio católico en la época franquista.


jueves, marzo 20, 2008

Supersalidos

Que nadie se lleve a engaño. No, no es una comedia o mejor dicho es una comedia que trasciende más allá de su punto de partida. El argumento y el género en el que está inscrita, puede levantar ciertas suspicacias o dudas razonables.

SINOPSIS: En una de sus últimas noches como estudiantes del instituto, los amigos e inadaptados Evan (Michael Cera) y Seth (Jonah Hill) experimentarán una legendaria odisea durante una tarde en la que intentan comprar bebida para una fiesta en la que estarán las chicas de sus sueños. En su peripecia les acompañará el indescriptible McLovin (Christopher Mintz-Plasse), otro amigo inadaptado que acaba de comprarse un carnet falso: su pasaporte para comprar el alcohol... (FILMAFFINITY)
fuente:http://www.filmaffinity.com/es/film897001.html

Puede ser, que no sepamos ver lo que realmente sus artífices, Judd Apatow como productor y Greg Mottola como director, nos estén planteando. No, tampoco es un ejercicio de deconstrucción posmoderno del género en el que se inscribe. No, no se trata de una puesta al día de la típica comedia de adolescentes al estilo de La revancha de los novatos, como ya fue en su momento American Pie. No, no se coquetea con la hibridación de varios géneros, interrogándose por tanto, por la representación icónica del material que maneja. No, no es autorreferencial ni se establecen juegos intertextuales, ni se establecen ejercicios similares que hagan interesante el film a la crítica o a la cinefilia más recalcitrante por su forma de dinamitar el género en el que se inscribe. No, no necesitaremos tirar de las teorías del cine, ni de la semiótica, ni de la sociología ni de la filosofía, etc. para poder analizar el film.

Pero no obstante, creo que es una de las mejores películas del 2007, lo cual puede parecer incluso una provocación. Prefiero considerarlo más bien como una reivindicación.


Elogio de la sencillez.
No podemos obviar cierta comedia americana que nos está llegando en la actualidad que se sirve de la sencillez (que no simplona) en la puesta en escena para narrarnos con mucho corazón y humanidad. Que nos hace verosímiles a los personajes que nos presenta y sobretodo que se centra en dotar a sus personajes de una entidad humana que lo aleje lo más posible de arquetipos o personajes más fruto de la ficción encorsetada en clichés genéricos que de la fina observación de la vida (y alma) humana. En este tipo de comedia, las intenciones grandilocuentes, las experimentaciones formarles, la exhibición del trabajo del director a través de lo que se altera y/o maneja del lenguaje cinematográfico sobra. Y las argucias argumentales también. De hecho, estas comedias que nos están llegando, el pretexto argumental es mínimo. La historia reducida a su valor más exponencial.

Porque no es lo que interesa comunicar. Porque en eso se centran, en la transmisión de emociones, en la comunicación afectiva y empática.En lograr que la mirada con cariño y dulzura con la que se mira a sus criaturas acabe siendo la misma para nosotros como receptores de esa vía de intensa humanidad. Y todo eso contiene Supersalidos. Y doy fe que se consigue con recursos directos, sin aspavientos, sin artificios, construyendo a los personajes desde el calor de los actores, con una dirección, que busca el gesto esquivo, miradas furtivas, el diálogo que atesora el mínimo detalle contenedor de gran significado antes que el fácil subrayado. Y a todo ello contribuye una cámara atenta, permanente testigo y voz expresiva e invisible que testimonia, que sigue, pero que no duda de quien es el protagonista.

Películas entre otras como Pequeña Miss Sunshine, Juno, Transamerica y ahora Supersalidos certifican lo dicho.


Así pues, no es nada nuevo que el cine americano fije su foco en los parias adolescentes de las sociedad, en los outsiders forzados y forzosos, en los adolescentes que se sienten fuera de lugar, en aquellos que viven con callada angustia existencial el tránsito por la adolescencia. En ese sentido, Supersalidos en el retrato que dota a sus dos personajes masculinos tiene más puntos de conexión con Ghost World que con la susodicha American Pie.



Seth y Evan
De hecho, en apariencia, Seth, podría parecer un personaje de cualquier film de Kevin Smith por su locuacidad cargada de diálogos fundados, centrados y obsesionados con y el sexo. Recordemos por ejemplo al personaje de Jason Lee en Persiguiendo a Amy, Banky Edwards, con el que además también comparte la celosa fijación con su amigo. Y así de hecho, arranca Supersalidos (con divertidas e ingeniosas conversaciones sobre el sexo). Pero Greg Mottola, prefiere ir más allá del simple perfil adolescente obsesionado con el sexo y de la misma manera que la película trasciende su género en el que está inscrita, el personaje de Seth no eso solo un chaval loco por desvirgarse, sino que es un chaval que esconde el miedo que siente ante el fin de la adolescencia. Su irreverencia, procacidad y crueldad esconde una profunda tristeza y un pánico a la soledad. De la misma manera que el personaje de Thora Birch ataca y trata injustamente a su amiga en Ghost World, lo mismo sucede con Seth y Evan. En ambos llegará el arrepentimiento y en ambos casos verán lo que pierden cuando ven lo que han perdido.


Porque si Seth, a su convulso interior anímico, presintiendo el fin de una época y el inicio de una nueva, responde exteriormente con cierta violencia verbal, y con una ligera agresividad con la persona que más le importa, Evan adquiere un perfil más de persona invisible. El superviviente callado, que trata de ir pasando por la vida como buenamente puede evitando que el exterior (hostil) le vulnere o le ataque. Varios ejemplos al respecto que atestiguan lo dicho.


Una secuencia del principio del film, cuando un compañero de la escuela veja a su amigo Seth escupiéndole en la cara, Evan se mantiene al margen. O aquella secuencia de ellos dos en el centro del plano almorzando en el comedor de la escuela, en una mesa solos, mientras que el resto de mesas aparecen aglomeradas de gente, merece la pena fijarse en el rostro de Evan. Esa situación define muy bien su perfil, de adolescente excluido, apesumbrado, consciente de su alienación social pero que trata de evitar hacerla externa, que no se note, como sino fuese con él. No es casualidad que se rían, en ese caso de otro que está comiendo solo, como negando la situación vital en la que viven ellos. Por último, la emotiva escena en el tramo final del film, en la que por fin desligados de sus capas de protección externas, se confiesan el profundo nexo anímico que les une, estremece ver como Evan le revela a Seth, por qué finalmente compartirá habitación con el inefable McLovin. Ese nudo en la garganta que se le hace al confesarle que tiene miedo de compartir habitación con gente extraña nos desnuda a Evan y nos confirma lo que ya hemos presentido bajo su melancólica mirada.


Podría pensarse en cierta homosexualidad latente en el personaje de Seth respecto a Evan, como ya se ponía de manifiesto en la ya citada Persiguiendo a Amy (que era una forma sutil de ridiculizar al personaje de Jason Lee por parte de Kevin Smith ante los prejuicios homofóbicos de su personaje) o por ejemplo en la reciente Promesas del Este de David Cronenberg.
Podríamos ver signos a tal efecto, como por ejemplo ante el odio irascible que siente por Becca por ser la chica en la que centra su atención Evan o incluso alguno podría entender así el bello final del film en el centro comercial en la escalera mecánica. Pero no es algo que comparto. Porque no creo que sus artífices nos quieran explicar eso.


Primero por el cariño que se les da a todos sus personajes (con ningún personaje se ejecuta lo que sí hizo intencionadamente Kevin Smith en Persiguiendo a Amy), y segundo porque se nos está hablando de una relación de amistad no contaminada pero por la que se puede sentir dependencia emocional sin sentir atracción física. Se pueden sentir celos sin sentir amor, se puede decir te quiero a un amigo sin querer acostarse con él.
Gregg Mottola y sus guionistas creen en la posibilidad de una relación de amistad pura y sincera. Y así se demuestra en la escena en la que ambos duermen juntos después de la ajetreada noche. Una escena que certifica la declaración de intenciones de sus creadores y por tanto desmonta la teoría (fácil) de la atracción física no correspondida entre los dos amigos. Por mucho que al día siguiente, Seth se levante sobresaltado y ruborizado por la declaración afectiva mutua de la noche pasada. Responde más bien, a esa creencia de género en la que los hombres no pueden (ni deben) expresarse sus sentimientos, compartirlos con sus semejantes.



La humildad como virtud.
En los años 80, se parceló el cine más que nunca y ya el consumo no era algo unitario, sino que establecieron de forma muy marcada eso que suena tanto, target objetivo. Los estudios de mercado irrumpieron en el cine y dándose cuenta que los adolescentes alimentaban la industria, se respondió creando películas específicamente para ellos. La gran eclosión de comedias de adolescentes de los años 80, en la que el sexo jugaba un factor importante en tono jocoso, o en fuente para crear gags y la recuperación del loser o nerd, o novato en el ámbito universitario y/o escolar fueron fuente común de muchas películas de los años 80. Argumentos que se articulaban en torno el gag, y especialmente en torno a la gran secuencia divertida. Lamentablemente, todos los personajes acababan convirtiéndose en vulgares caricaturas porque la profundidad que sí goza Supersalidos en la construcción de sus personajes, brillaba por su ausencia.


Supersalidos, recoge las constantes de esas comedias de los años 80, no las esconde, de hecho las usa de la misma manera aunque en este caso, el argumento no se construye para encadenar gags o para llevarnos a la gran secuencia divertida (la ausencia de ella puede provocar cierta frustación). No ridiculiza el género, sino que lo abraza con cariño. Así se entiende el indescriptible y divertídisimo personaje de McLovin' (imprescindible verla en vos para no perderse la extraña modulación de su voz). Y así se sitúa de forma paralela las peripecias de McLovin' con los policías a la acción de Seth y Evan. Porque Supersalidos juega en paralelo con los dos enfoques y los trata de igual a igual. Por lo que ver Supersalidos, puede suponer un carrusel de emociones, un viaje desde la sonrisa, la carcajada a la melancolía y tristeza.


Es cierto que eso provoca, una caída en el ritmo del film porque a mediados del film la historia de los dos policías con McLovin' parece obstaculizar el ritmo de la película. En todo caso es un bache menor. Porque también se nos está diciendo mucho a través de los personajes cómicos de los dos policías. Unos adultos, que fueron en su adolescencia también unos nerds de su época y el encuentro con McLovin' por tanto, les hace revivir la adolescencia añorada. ¿Los alter-ego de los guionistas? ¿El espejo en el que mirarse el espectador adulto? Interrogantes que cada uno encontrará la respuesta en su interior.


Así Supersalidos, no renuncia al slapstick, al diálogo sexual, a la hormona revolucionada, a la escatología (la escena de la mancha de la menstruación) y a la hipermetropía de la realidad a través de la comedia. ¿Su humildad respecto al marco que se utiliza por muy barrenado, adulterado y gastado que esté puede devaluar al film? NO.NO.NO.




Cine y vida
El cine es parte de la vida. Y de la misma manera que muchas situaciones de la vida cotidiana, siempre les acabo encontrando su equiparación con situaciones de ficción en miles películas vistas (1892 y subiendo), lo mismo podríamos decir al revés. Porque mi relación con el cine siempre es una carretera en dos direcciones. Y Supersalidos, me devuelve instantes y recuerdos de adolescencia. Seguramente, a todos aquellos viejos conocidos que nos encontramos en el presente y nos preguntan con incredulidad ¿todavía seguís siendo amigos?, ¿todavía vais juntos?, Supersalidos les parecerá una película divertida de tres adolescentes con las hormonas revueltas y poco más. Pero estoy seguro que mi amigo (sí el mismo, ese que cuesta creer que todavía sigamos siendo amigos) verá algo más en la película. Y ese algo más es por lo que merece la pena la reivindicación de Supersalidos. Porque si yo pudiese hacer películas, seguramente en una explicaría lo mismo. Y porque Supersalidos me gusta recordarla como un bello retrato de amistad (y por tanto emparejarla a películas como Cuenta conmigo, Beautiful girls, Los amigos de Peter, etc.) más que una película divertida (que lo es) sobre unos adolescentes que quieren desvirgarse (que también lo es). Y es que una vez más, no hay géneros malos sino películas malas.
Va por tí, hermano.



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