martes, mayo 18, 2010

Still walking

"La casa familiar, el nido de los hombres inconsistente y rígido, tal vidrio que todos quiebran y nadie dobla".

Luis Cernuda, poema La familia en Como quien espera el alba (1944)

La última película de Hirokazu Kore-Eda es una maravilla. Y lo dice alguien que no le gusta manifestar aseveraciones contundentes cuando ejercita la crítica cinematográfica. Película presentada en la sección oficial del pasado Festival de San Sebastián y vista también en la última edición del BAFF, es un largometraje que me empuja a utilizar más de la cuenta la primera persona del singular. Están avisados.

Me gusta afirmar del cine de Charles Chaplin que es un cine que me limpia la mirada. Hirokazu Kore-Eda consigue que su film pertenezca a esa estirpe de largometrajes que desde la sencillez más extrema, desde la atención a los pequeños detalles y la depuración de formas, percibo la autenticidad y pureza del sentimiento en toda su magnitud. Algo que por otra parte resulta tan intangible y difícil de capturar. Atendiendo a nuestra memoria afectiva, algo a lo que Hirokazu Kore-Eda alude explícitamente en su film, podemos situarlo en la pulcritud sensitiva de El camino a casa (Wo de fu qin mu qin, 1999) de Zhang Yimou o Una historia verdadera (The straight story,1999) de David Lynch. Palabras mayores.

Si consideramos los criterios de buen gusto que analiza Laurent Jullier (2006), desde una óptica neokantiana, para delimitar qué entendemos por una buena película, para mí, Hirokazu Kore-Eda nos brinda un film edificante. La película luce virtuosa en la construcción dramática apaciguada pero rítmica. Pocas veces una narración débil da tanta impresión de contener numerosas esferas de acción, teniendo en cuenta el acotado campo de acción que posibilita centrándose en lo íntimo y privado. Como manifiesta el propio director: "Sin embargo, en el transcurso de ese día aparentemente tranquilo, la marea va y viene, pequeñas olas rompen en la superficie".

Las palabras desviadas de la madre, que dicen una cosa y piensan otra; los silencios del padre en los que la jubilación es un retiro existencial incluso de su familia; la mirada del hijo apresando su frustación y no entendimiento en el silencio a sus progenitores, etc. Resulta ejemplar en su dirección de actores, todos absolutamente portentosos en su trabajo interpretativo consiguen lo que yo llamo el efecto anestesiante de los resortes analíticos. Estaba tan embargado en lo que pasaba en el espacio fílmico que me olvidaba de la crítica que tenía que escribir después. Se facilita tanta información en cada pequeña unidad narrativa que uno ignora el hecho de que la cámara acostumbra a permanecer fija en la mayoría de los planos-secuencias. Hay, por ello, un claro recuerdo del cine de Yasujiro Ozu en la composición de la puesta en escena, legitimando la tradición cinéfila de su propio cine nacional. Algo que, por otra parte, es bastante inusual en los directores nipones contemporáneos.

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2 comentarios:

Manu Medina dijo...

... y dicen que cuando te sientes solo es que tienes frío por dentro, que a la vida se le provoca y se le atiza para que los resortes de la esperanza no desfallezcan... y el arte, como siempre, es un soplo de aire renovado, cuéntanos mas, mas de lo tuyo, dinos como se escribe la palabra poesía, cuéntanos como estás cuando ríes o lloras, escribe, escribe, cuenta, cuenta, cuéntame, que yo te leo.

Manu Medina

elamantepolar dijo...

Guau, tocayo, muchísimas gracias. Nunca me habían dicho algo así. Entiendo que lo dices en serio. Te lo agradezco.

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