sábado, junio 05, 2010

Gerry

El indomable Will Hunting (1997) trajo para Gus Van Sant el reconocimiento norteamericano al conseguir siete nominaciones de las que obtuvo dos Oscars: al mejor guión y mejor actor secundario.

Esta aceptación por parte de la industria permitió que Gus Van Sant se diera el capricho de filmar un año después Pyscho, filmando exactamente igual Psicosis de Alfred Hitchcock (1960) con la diferencia del uso del color.

En el 2000, dos años después, Descubriendo a Forrester evidenció que Gus Van Sant, trabajando con normalidad en los cauces habituales de la industria, entraba en un peligroso cul-de-sac, ya que volvía a reincidir en las constantes temáticas de El indomable Will Hunting con ligeras variaciones y un cambio de escenario.

Frente a ese aparente agotamiento creativo que parecía traslucir la película más mediocre de toda su filmografía, era necesario optar por medidas drásticas. Empezar de nuevo para soñarlo todo otra vez. Esa parece ser la premisa de una película decididamente experimental, en la que se produce un vaciado narrativo, en una búsqueda de nuevos caminos expresivos. Se emprende una travesía por un desierto para trazar un sendero con un aparente sentido ontológico. Mientras que nuestros Gerrys deambulan por el desierto de Death Valley parece haber en ese tránsito errático y extraño una afanosa búsqueda paralela de Gus Van Sant por tratar de conseguir el santo grial: la esencia pura del cine.

Despojémonos de todas las alforjas posibles y reduzcamos al mínimo las cargas hasta llegar a los huesos del esqueleto fílmico. Vaciemos de contenido (narrativo) el celuloide y centremos nuestros esfuerzos en una puesta escena que se sirve del paraje desértico y salvaje como metáfora del registro de lo primigenio: la sensación experiencial.

Gus Van Sant mediante las disposiciones plásticas del arte y su capacidad de sublimación quiere aludir a la expresión por la vía de la abstracción. Las palabras, ruido molesto, vacuo, inerte, significante sin significado en el que tanto da que los dos Gerrys hablen de un programa de televisión como de un videojuego. Todas son, en suma, artificio y simulacro. Este encontronazo con la naturaleza y esa pérdida en la entrañas del Valle de la Muerte llevará consigo su destino final en las montañas de sal. Allí se realizará la última parada cuando el hombre dialoga consigo mismo: la violencia, la aniquilación del prójimo. Caín y Abel, el fuerte y el débil. ¿Dónde queda la racionalidad cuando el hombre es despojado de su orden y colchón social?

La desorientación, la pérdida del norte en un angosto y cada vez más árido desierto, lleva consigo el menoscabo del juicio, donde la vida del prójimo ya no tiene ningún valor y donde el instinto abocado a la destrucción ya no tiene sentido.

Es un cine completamente abierto y conceptual. Tan abierto como los planos panorámicos en continuos travellings que empequeñecen al hombre en lo inhóspito de la geografía sin civilizar.

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