martes, julio 20, 2010

Parade

Nos llega al BAFF, a la sección oficial a competición, la penúltima película de Isao Yukisada, uno de los directores nipones más a tener en cuenta del panorama actual. Inició su carrera como asistente de dirección de Shunji Iwai en películas como Love letter (1995) o April story (1998). Un año después debutó en la dirección con Open house, consagrándose definitivamente con Go (2001). Basada en la novela de Kazuki Kaneshiro, Yukisada con un look posmoderno y efectista muy deudor de la estética del videoclip, fruto de la generación de la MTV y de Matrix, se adentra en el espinoso tema del racismo, tema bastante silenciado en la cinematografía nipona. Ya aquí, centra sus esfuerzos en realizar un retrato generacional de la juventud nipona con sus fluctuaciones y contradicciones, a través de un chico coreano, discriminado por su no condición japonesa. Tras un periplo televisivo, el siguiente hito en su filmografía vendría con otra adaptación. En este caso, parte de una novela de Kyouchi Katayama para filmar el melodrama azucarado y romántico Crying Out Love, in the Center of the World (2004). La película supuso todo un éxito en territorio patrio, donde el almibarado tono lacrimógeno, muy deudor de la maravillosa Love letter y del cine de Shinji Iwai, viajaba a los años 80 desde el presente para narrarnos una historia de amor marcada por la leucemia de la chica protagonista.

Tras varios melodramas del mismo corte, llega a Parade adaptando de nuevo una novela (en este caso de Shuichi Yoshida). La película vuelve a centrar sus esfuerzos en configurar un retrato de la juventud japonesa, mediante cuatro personajes que comparten apartamento. Dos chicas y dos chicos, a los que se sumará un extraño y misterioso quinto integrante, del cual ninguno de los cuatro sabe cómo ha llegado a parar al piso. La película, evidenciado su tono de adaptación, se estructura en capítulos centrados en cada uno de los cuatro personajes principales. A nadie se le escapará que la situación contextual recuerda poderosamente el marco genérico de la sitcom televisiva, siendo la mítica serie Friends uno de los referentes más evidentes. Algo que se refuerza con el tono cómico con el que da inicio al largometraje, a través del primer episodio, centrado en el personaje del actor Koide Keisuke. Aquí interpreta a un joven universitario que va en un Volkswagen beetle rosa, enamorado de la novia de un amigo suyo, y con ese perfil masculino tan habitual de la cultura juvenil nipona, de ser un torpe con las chicas pero que nos resulta tremendamente simpático. Este personaje establece una estupenda química con la Phoebe del piso, una desempleada que tiene un affaire con un actor de culebrones y que se pasa todo el día viendo a su amante por la televisión. Los gags cómicos en torno a la investigación de ambos por descubrir si el vecino de al lado tiene un prostíbulo clandestino hacen que entres en muy buen pie en el largometraje. Rápidamente te quedas acomodado en el film gracias a la vis cómica del primer tramo.

Si Parade se hubiese limitado al tono cómico, el largometraje habría funcionado, pero su alcance se hubiese restringido a configurar una brillante comedia juvenil. Lo cual ya está bien, pero podemos pedir más, porque Yukisada nos lo da. A medida que se desarrolla el film, va permitiendo que poco a poco vayamos sabiendo más de los personajes, y con ello, se va deslizando muy suavemente hacia otros terrenos más intimistas y costumbristas. La comedia va dejando paso al retrato de una juventud disfuncional y nos permite aventurar que Yukisada se está guardando un as bajo la manga. No sabemos muy bien hacia qué dirección nos está encauzando, pero vamos intuyendo que existe una textura más compleja de lo que en apariencia muestran sus imágenes. Con la irrupción del inquilino comunista, que un buen día aparece durmiendo en el sofá del comedor ante la sorpresa de todos, se van destapando poco a poco las miserias emocionales de unos personajes que esconden más de lo que en apariencia muestran y pone sobre el tapete las bases de una convivencia, especialmente clarificadoras para el espectador. Las dinámicas de coexistencia del piso entre los cuatro supuran un poso de amarga soledad compartida entre los cuatro y de inadecuación social. Así, el elemento desestabilizador del joven chapero que irrumpe en el piso, le sirve a Yukisada para escarbar mejor en las angustias existenciales de la juventud nipona, desubicada y con heridas patológicas, fruto de una sociedad que no deja exteriorizar los sentimientos de forma natural.

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