domingo, septiembre 05, 2010

Crows Zero Parte II


Takashi Miike en su segunda realización en el 2009 y presentada también en Sitges, acomete la secuela de Crows Zero (2007), vista en la edición del año pasado en Sitges. Adaptación de un anime exitoso en Japón, recoge la larga tradición fílmica de enfrentamientos entre bandas juveniles iniciado en aquellos años 50, cuando películas de serie B o de bajo presupuesto explotaron el filón de la delincuencia juvenil como material fílmico para aquellas sesiones de drive-in.

Y en una edición en la que Walter Hill recoge el premio La máquina del temps, al ver las dos películas de Miike es inevitable que nos venga a la memoria aquella película de Walter Hill, Calles de fuego (Streets of fire, 1984), en la que dos bandas se enfrentaban en un ambiente algo futurista y al ritmo de música rock.

Al realizar la secuela, Miike se olvida de aquella máxima que debe suponer toda secuela: más y mejor. Contra todo pronóstico, aunque varíe la mínima anécdota argumental, las dos películas son casi clónicas en lo que se refiere a aspecto formal y armazón narrativo.

Si en Crows Zero, Genji (Shun Oguri), hijo de un líder de una organización criminal de yakuzas, se enfrentaba a los diversos grupos que poblaban el instituto Suzuran para alzarse como líder, en la segunda, nos salimos de Suzuran para que se enfrenten a la banda rival del instiuto Hosen.

Para ello, Miike realiza un ejercicio de vaciado argumental de la primera parte y una concentración argumental. Desaparece prácticamente la figura de los adultos allí ejemplificados por los yakuzas o la policía. Si en dos películas fundamentalmente masculinas, la presencia de la mujer es casi inexistente, aquí sólo se articula para dar pie al episodio humorístico (una variación que ya aparece en la anterior) y la aparición de Ruka Aizawa (Meisa Kuroki) ¿novia de Genji? es casi testimonial.

Porque estamos ante una película que supone una exaltación de la condición masculina manifestada a través de la violencia, en donde la pulsión sexual está eliminada de la ecuación. Solo lo veremos manifestado en Takashi Makise (Tsutomu Takahashi) y precisamente para formular humor a través de un comportamiento ridículo con su ineptitud en el tratamiento con las chicas.

Así pues, esta revalidación masculina que roza peligrosamente la zona de homosexualidad latente (Miike incluso se permite hacer una broma sobre esa apariencia de sus personajes) se presenta a través de la lucha. Decimos peligrosamente porque tal sugerencia invalidaría el presupuesto heroico, manifestado a través de la hombría de la que hacen gala sus personajes. No es casualidad que uno de los más claramente andróginos y, como mínimo ambiguos, Ryo Urushibara (Go Ayano), que recuerda peligrosamente a una especie de Michael Jackson nipón, resulte ser uno de los rivales más peligrosos por su sadismo y psicopatía. De la misma manera, Tatsuta Bito (Maruma Miura), que es el hermano del líder fallecido de la escuela Hosen, se mantiene fuera de la acción. No quiere implicarse. Sus facciones delicadas tampoco le ayudan mucho. No nos preocupemos. Él también acabará demostrando su virilidad en el desenlace. Así, Miike elimina cualquier posible sospecha sobre unos personajes, que quieren definirse como muy machos.

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