sábado, julio 23, 2011

Conocerás al hombre de tus sueños

Woody Allen no falla en su cita anual. Finaliza el verano y aquí le tenemos de vuelta. Esta producción prolífica, fruto de su autoexigencia prusiana, le perjudica más que le beneficia. Porque a ese ritmo, es natural que la irregularidad sea un signo en su carrera, amén de correr el riesgo que la sobreabundancia oculte sus logros. Efecto que me ha parecido que sufre la excelente, Si la cosa funciona (Whatever Works, 2009).

Respecto a Conocerás el hombre de tus sueños, sin ser una película mediocre, sí que es una más en el grueso de su obra, sin que destaque especialmente por encima de sus compañeras. Me temo que su impronta no será perenne, y pasado el tiempo, nos habremos olvidado de ella como de tantas otras, las cuales trato recordar y solo me quedan recuerdos vagos. Ante la temida pregunta, ¿qué tal?, la respuesta rápida es: Woody Allen. Porque nuestro judío favorito ya se ha erigido en sí mismo en un género propio dentro de la comedia.

Desconozco si Mediapro ha impuesto condiciones leoninas al realizador. Pero siendo Conocerás el hombre de tus sueños la segunda producción bajo el mecenazgo de Jaume Roures, es inevitable establecer conexiones entre ésta y Vicky Cristina Barcelona (2008). Sobre todo porque existe una más que evidente distancia con Si la cosa funciona, film realizado entre medias y no financiado por el grupo empresarial catalán. Quizás podamos confirmarlo con la tercera y última colaboración juntos. Y no solo porque ninguno de los dos largometrajes transcurre en Nueva York (creo que no soy el único que la echa de menos en sus films), sino por el tono.

Bajo una ligereza que rehúye del gag y del diálogo chispeante e ingenioso al que tan mal nos tiene acostumbrados, la comicidad está muy controlada. Además, su dirección es invisible (salvo dos momentos en los que juega sabiamente con el fuera de campo), y su composición visual es plenamente funcional, lejos de piruetas metanarrativas o de riesgos formales ya ensayados en otros tiempos. Su cariz urbano es naturalista, nada nuevo, amén de que vuelve a situarnos en entornos de clase media-alta, con gente de profesiones liberales y con ínfulas artísticas. Urbanitas bien acomodados que se sienten bohemios en espíritu y solo consumen alta cultura; que parecen estar muy seguros de sí mismos, pero en realidad están llenos de contradicciones y frustraciones. Woody Allen maneja como nadie esta caracterización de personajes y ambientes, y a base de golpear una y otra vez sobre el mismo hierro, ha forjado una indeleble marca de fábrica. Entrar en su universo diegético es como volver a tu habitación de infancia en la casa de tus padres. Enseguida que entras por la puerta, puedes sentir la familiaridad que tienes con ese espacio que ha quedado aparcado en tu memoria. La estancia, unos minutos en silencio, dispara automáticamente todos tus recuerdos de aquellas vivencias pasadas.

Conocerás el hombre de tu sueños permite esa sensación aplicada a su filmografía, pero a este habitáculo digerible y ágil, parece que le faltan libros y películas en las estanterías. Es como si hubiese limado el cascarón a sus rasgos más reconocibles, para que sus exégetas se sientan cómodos. Y para ello se sirve de la liviandad, apoyada por la estudiada sencillez en las formas fílmicas y en la escritura. Corre el peligro que nos quedemos en esa apariencia de despreocupación, de artefacto inocuo y de transición. Pero es una sensación engañosa ya que esconde tras de sí un poso de hiel, frente a otros largometrajes suyos más frontales y directos como Maridos y mujeres (Husband and wives, 1992). Por aquí podemos rescatar el film, en la manera que consigue canalizar la tristeza y el vitriolo mediante esa sensación de ingravidez y de apariencia mundana.

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