sábado, octubre 22, 2011

At the end of the daybreak

 
Ho Yuhang vuelve al BAFF tras su pase de Rain Dogs en el 2007. Y en esta ocasión ha obtenido una mención del jurado "por su forma de explicar una situación brutal e incomprensible y al límite sin apuntar sus causas y consecuencias o juzgar a sus personajes". No obstante, Ho Yuhang nos da una pista. Hay una secuencia en la que la madre del protagonista yace en la cama en un día de resaca. Escucha la radio y en ella hablan del cine clásico. La voz del locutor afirma que la mujer es la que siempre mueve las historias. Sin ella no habría relato. El hombre siempre acaba supeditado y sucumbido ante la fuerza motriz femenina. Y ellas solo se mueven por una determinación: el amor. Esta idea es recogida por Ho Yuhang para configurar un melodrama de cocción lenta, basado en un hecho real. El largometraje va larvando una narración débil mediante contraposiciones de dos entornos, el de las familias de los jóvenes protagonistas. Una familia desestructurada es la que abriga al chico, personalizada en una madre que fue abandonada por la huida de su marido con su hermana menor. El espacio en el que suelen converger madre e hijo es totalmente evasivo, oscuro y yermo. Más que un hogar parece un lugar de derribo. Si existió vida en él, fue hace mucho tiempo. En contraposición, la familia de la chica es una familia acomodada. Y la vivienda responde a ese orden bien ajustado de las apariencias, pero que en su rigidez esconde un núcleo afectivo congelado. En la intersección, el chico y la adolescente, a través de furtivos encuentros en un hotel, evocan cierto aroma de ese cine clásico que se rememora en el programa radiofónico. Esa configuración de ambientes y personajes se va desgranando, como decimos, en un movimiento que no lo parece. Es quizás su gran logro. Como construye una adición enclenque pero progresiva para conformar un clima que dará textura a la tragedia. Y en estos nexos contrapuestos, solo la mujer tiene el privilegio de mostrarse en su cotidianeidad. A ella se le otorga un espacio que el resto de los personajes no poseen. La joven lolita en el primer tramo del film y la madre del joven en el segundo. Ellas serán las propulsoras del relato.

En el momento que los prófugos amantes son descubiertos por los padres de la adolescente, la olla a presión deja salir su vapor. Y lo que hasta el momento había sido una estilística funcional y discreta, va haciéndose visible, retórica y virtuosa a medida que vamos llegando al desenlace. El fatalismo de unos hijos, víctimas de sus padres, acabarán por sacar a la luz las miserias morales y los desequilibrios afectivos de los adultos. Y lo que se nos planteaba como un discreto drama de apariencia intimista, va alcanzando vuelos de film noir con aliento descorazonador y nihilista.

Pequeña película que va creciendo a medida que se va desarrollando y que sabe encontrar grandes momentos de buen cine, especialmente en su tramo final, una vez que el fatal desenlace culmina.
 
Publicada originalmente aquí, como cobertura de la última edición del BAFF.

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