lunes, junio 14, 2010

Breathless

Calentando motores ante la nueva edición del BAFF, que tendrá lugar a principios de mayo, rescatamos el film que se alzó con el premio Durián de Oro en la anterior edición del festival. Y de la misma manera que existen películas milimetradas al máximo para obtener un rendimiento comercial de alcance masivo, los denominados blockbusters, existen otro tipo de largometrajes pensados y diseñados para su paso por los principales festivales. Breathless sería un ejemplo del segundo caso.

En un plano conceptual (selección de contextos y personajes de origen social humilde y marginal) y formal -filmada en digital, iluminación natural, cámara en mano que acosa y persigue a sus personajes, casi ausencia de música no diegética, predominio de planos cortos y medios, etcétera-, casi podría haber estado dirigida por los hermanos Dardenne. O si no, pensemos en las evidentes similitudes con otro film del 2009, Fish tank de Andrea Arnold, película que obtuvo el año pasado una calurosa acogida en los festivales europeos. Es un tipo de cine que entiende que para ser verosímil y captar la esencia de eso tan abstracto llamado realismo, concibe el film como un dispositivo híbrido entre la ficción y el documental, donde la imagen es errante y dispersiva como lo son sus personajes, a los que capta en su insignificante cotidianeidad, para así reflejar experiencias más que acciones. Un cine intuitivo más que explicativo, que no informa, sino que se permite dibujar contornos para que el interior sea completado por el espectador.

Al margen de la corriente fílmica en la que se inscribe, con una clara vocación europea, lo que sí es específico del proyecto personal de Yang Ik-june, en cuanto lo produce, dirige, edita e interpreta, es el tratamiento de la violencia. Aquí es donde percibimos su lugar de origen. No es que sea uno de los ejes del largometraje. Sino que lo es todo. Desde el primer fotograma hasta el último, desde la primera acción de los personajes hasta la última. Para anegar a los personajes principales en una espesura viciada, explicitada mediante la reiteración de secuencias crispadas, el realizador debutante se sirve para su fin de un psicologismo bastante esquematizado pero efectivo en su exposición. Y es que aquel que ha sido testigo en su infancia del maltrato a la mujer, está condenado en el futuro a repetirlo.

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