viernes, agosto 20, 2010

Dream

El próximo 9 de marzo sale simultáneamente a la venta y en alquiler el último trabajo de Kim Ki-duk. Según parece, aunque haya pasado por el festival de San Sebastián de la edición del 2008, optando a concurso en la Sección Oficial, o bien pasase por el BAFF del 2009, Kim Ki-duk ya no encuentra hueco en nuestras pantallas de cine españolas. Da igual que el nombre de su director sea el de un realizador prestigioso con quince películas en su haber. Que haya ganado premios importantes en los principales festivales internacionales a los que visita desde ya un temprano 1998 con The Birdcage inn. O que sea un claro ejemplo del aspecto positivo del fenómeno de la globalización en términos cinematográficos. Tampoco cotiza que sea, por derecho propio, una de las puntas de lanza fundamentales de la emergencia del nuevo cine surcoreano en tierras internacionales. No importa.

Y perdónenme por la boutade. Pero para mí sería lo mismo que un director como Quentin Tarantino, por poner un ejemplo, estrenase su último film directamente a DVD. Esta y no otra es la orientación de mi nota. Es lo que provoca que haya ignorado la cartelera cinematográfica y prefiera escribir sobre Dream por encima de cualquier consideración. Y no estoy denunciando a la distribuidora que, aunque tarde, al menos, nos la hace llegar. Y es que si el ejercicio de la crítica tiene alguna significación (a gusto del consumidor), por lo menos en mi caso, uno de los sentidos tiene que ser éste y no otro.

Frente a la amarga realidad coyuntural, su última realización arranca ya desde el principio con un tono onírico y fantástico, esquivando coartadas de verosimilitud y semejanza de nuestro mundo, las cuales permitan una acomodada digestión. Su esfera creativa, desde los tiempos de Hierro 3 (Bin-jip, 2004), tal como apuntamos en el dossier dedicado al director, siempre ha basculado en un espacio flotante entre el relato intimista de corte melodramático y la quimera. Dream, quizás, llega al límite de sus preceptos ya que toda ella se debe a la sustancia ilógica de los sueños, y el largometraje está construido como si una irrealidad inconexa y fracturada hiciese acto de aparición ante nosotros. Pero andamos lejos del surrealismo de Luis Buñuel, ya que la ontología de Kim Ki-duk se enraíza en el acervo cultural de su país de procedencia. De esta manera, edifica y liga a sus dos personajes principales, a través de la simbólica imagen del yin y el yang. Un concepto del taoísmo que aparece hasta en la misma bandera de Corea del Sur.

Por ello, no busquemos en su film interpretaciones psicoanalíticas, ya que el sueño y el sonambulismo son dos instrumentos que le sirven al director para vehicular una reflexión sobre el reverso oscuro del amor y de los sentimientos extremos. En Kim Ki-duk, siempre se siente con ferocidad y Dream no es la excepción. Ya su película Time (2006) discurría sobre aquellos recuerdos de una relación pasada que nos encadenan. Como una embarcación varada, todo aquello que puede gratificarnos gracias al amor, podemos malograrlo por nuestros celos, frustraciones y obsesiones. Si en Time nuestro protagonista podía recordarnos al Scottie de Vertigo (Alfred Hitchcock, 1958) en su denodada obstinación por recuperar a su amada desaparecida, Jin y Ran (similar voz fonética al yin y al yang) recuperarán esa obnubilación que les hará desestabilizarse y alcanzar cotas de enajenación. Así, el relato forja un vínculo siniestro, mediante el cual, todas aquellas pesadillas que sufre Jin son materializadas en el mundo real, a través de la acción inconsciente de Ran, que en un estado de sonambulismo, es la mano ejecutora. De esta manera, se solidifica una ligazón con carácter fatalista. Así, hace acto de aparición el destino como elemento superior que predestina las acciones de los personajes, y el amor, otro elemento inmanente, se convierte en el azote y castigo de las acciones pasadas de Jin y Ran.

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2 comentarios:

@ngel dijo...

Me gusta bastante el cine asiático y de animación ,lo que pasa es que como bien dices algunas no llegan a nuestras salas y hay que verlas si uno puede en festivales (muchas por ejemplo de las que van a Sitges no llegan a la cartelera y nos perdemos buenas pelis como the chaser que vi en VOSE mediante descarga ,una pena ,saludos y enhorabuena por tu blog,muy interesante!

elamantepolar dijo...

Muchas gracias, @ngel. Es una lástima, pero como bien constatas es cierto. Sería deseable que los exhibidores y distribuidores se dejasen de jerarquías culturales y dejasen que en las pantallas existiese con mayor fluidez propuestas de buen cine, sean de la cultura que sean. A lo mejor se llevaban una (buena) sorpresa, habida cuenta del éxito de festivales como el de Sitges o el BAFF, que demuestran que ese nicho de público existe (y al que no parecen hacerle mucho caso).
En otros países, con una cultura cinéfila destacable como Francia, esto no sucede, así que no es tan descabellado pensarlo.

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