
Mamut responde a estos presupuestos del europuding: el inglés como idioma predominante de rodaje, actores y técnicos de diversas procedencias y un director con cierto renombre. Pero en esta variante más actual, paradójicamente, desaparece de la ecuación Europa, circunscrita estrictamente a un factor de producción. Es casi un peaje en la redacción de esta crítica mencionar el descarado referente de Babel (Alejandro González Iñárritu, 2006) a la que Mamut responde como la propuesta mimética versión europea, o como la hija pequeña, dado que el alcance de la película de Moodysson no es equiparable al del film de Iñárritu.
En la línea de Iñárritu, Mamut es un film que evidencia una factura correcta pero con una profunda asepsia estilística. Se diluye cualquier atisbo de identidad borrando cualquier seña que responda a signos estilísticos individuales o distintivos. El factor europeo es borrado por un acabado pulcro pero tremendamente impersonal, bajo la consigna de una narración unificadora y globalizadora. De Babel suprime la complejidad de la estructura narrativa (aquí reducido a un montaje en paralelo de los diversos fragmentos) y el impacto emocional. Moodysson reduce los clímax dramáticos hasta el último tramo, desarrollados de forma acelerada. El problema es que te predispone a creer que la narración, pese a la disgregación de relatos, seguirá los cauces clásicos pero esas puntas nunca llegan y cuando acontecen, se superponen en un ensamblaje que insatisface.
A vueltas con la globalización para explicarnos una historia de soledades y de madres desplazadas, localizadas en tres contextos geográficos: Nueva York, Tailandia y Filipinas. De Europa ni rastro, lo cual ya evidencia una insidiosa sumisión respecto a la hegemonía norteamericana, sumado a que esté protagonizada por una actriz norteamericana, Michelle Williams (por lo demás, estupenda) y un actor mexicano, Gael García Bernal (correcto). Ellos responden a un matrimonio bien acomodado, que viven en un loft del Soho neoyorkino, y padres de una niña pequeña. Ella, doctora de urgencias con un horario que le devora completamente la vida personal y él, un nerd que ha dado el pelotazo con una página web de juegos on line y que prematuramente se ha convertido en un hombre de negocios. Jóvenes, ricos, prometedores y felices. Pero la acelerada vida les ha llevado a descuidar el aspecto más importante: su propia satisfacción consigo mismo. Sí, se han realizado en el aspecto profesional y han conseguido el éxito, ¿pero qué queda de ellos?
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