En el amplio contenedor del fantástico, al recorrer sus extensas latitudes, el cine de Shyamalan se mueve como un pez atípico, pero nunca sin salirse totalmente del banco de los grandes arenques hollywoodienses. El favor que ha gozado de la industria desde el El sexto sentido (The sixth sense, 1999) no siempre se ha traducido en un perfecto maridaje entre cineasta, crítica y público. Podríamos considerar que dicha comunión empieza a resquebrajarse a partir de El bosque (The Village, 2004), momento en el que, de forma notoria, la crítica empieza a torpedear sus propuestas, a lo que se suma también una incomprensión notable de un elevado sector de público.
Y así llegamos a Airbender, el último guerrero, donde vuelve a darse la tónica habitual en la recepción dispensada a su cine. Este pececillo cronista que en muchas ocasiones navega a contracorriente, así había izado la vela con su obra. Con gesto henchido siempre me he alzado en un defensor a ultranza. Su cuidada puesta en escena, el uso del elemento fantástico como parábola, no siempre bien entendida, para articular grandes problemáticas de la existencia humana, su cadencia en las antípodas del ritmo hiperrevolucionado de las grandes producciones hollywoodienses, la forma excelente de manejar la tensión, su elogiable construcción de un intimismo por encima del efectismo fácil, valores muy estimables para el que esto escribe.
Pero desgraciadamente, y es algo que lamento, Airbender, el último guerrero no es una película que me sirva para enaltecer su figura. Más bien al contrario. Descubro atónito, errores de bulto ( el joven actor que encarna a Aang se desenvuelve bien realizando artes marciales pero todo al contrario cuando se le exige interpretar); precipitaciones en el ritmo (algunas escenas breves de acción parecen insertadas a posteriori, como si se hubiesen rodado después de pasar el film por esos nefastos screening tests). También encontraremos situaciones forzadas (valga como ejemplo la historia de amor entre la princesa Yue y Sokka) y para rematarlo, padeceremos un efectismo en la espectacularidad (la abusiva cámara ralentizada), que no es propia del realizador. Si nunca, desde el El sexto sentido me he encontrado ante tal coyuntura, ¿qué demonios le ha pasado en ésta, para que su película parezca realizada por un mediocre realizador que se apunta al carro de las películas épicas de corte infantil? ¿Jugamos al Juego de Hollywood? En el Hollywood que tan descarnadamente Robert Altman retrató, Airbender, el último guerrero es como Las crónicas de Narnia con esquema de videojuego de rol, al estilo de Final Fantasy X[1].
Y así llegamos a Airbender, el último guerrero, donde vuelve a darse la tónica habitual en la recepción dispensada a su cine. Este pececillo cronista que en muchas ocasiones navega a contracorriente, así había izado la vela con su obra. Con gesto henchido siempre me he alzado en un defensor a ultranza. Su cuidada puesta en escena, el uso del elemento fantástico como parábola, no siempre bien entendida, para articular grandes problemáticas de la existencia humana, su cadencia en las antípodas del ritmo hiperrevolucionado de las grandes producciones hollywoodienses, la forma excelente de manejar la tensión, su elogiable construcción de un intimismo por encima del efectismo fácil, valores muy estimables para el que esto escribe.
Pero desgraciadamente, y es algo que lamento, Airbender, el último guerrero no es una película que me sirva para enaltecer su figura. Más bien al contrario. Descubro atónito, errores de bulto ( el joven actor que encarna a Aang se desenvuelve bien realizando artes marciales pero todo al contrario cuando se le exige interpretar); precipitaciones en el ritmo (algunas escenas breves de acción parecen insertadas a posteriori, como si se hubiesen rodado después de pasar el film por esos nefastos screening tests). También encontraremos situaciones forzadas (valga como ejemplo la historia de amor entre la princesa Yue y Sokka) y para rematarlo, padeceremos un efectismo en la espectacularidad (la abusiva cámara ralentizada), que no es propia del realizador. Si nunca, desde el El sexto sentido me he encontrado ante tal coyuntura, ¿qué demonios le ha pasado en ésta, para que su película parezca realizada por un mediocre realizador que se apunta al carro de las películas épicas de corte infantil? ¿Jugamos al Juego de Hollywood? En el Hollywood que tan descarnadamente Robert Altman retrató, Airbender, el último guerrero es como Las crónicas de Narnia con esquema de videojuego de rol, al estilo de Final Fantasy X[1].
2 comentarios:
No se que hacer yo con este hombre.
A mi me molan sus pelis, menos la joven del agua, pero tanta gente me ha echado pá tras esta peli que no se si me atrevera a verla.
Yo siempre he sido un gran defensor de su obra y de su cine. Pero con ésta me ha sido imposible.Es de esas críticas que duele hacerlas, pero hay que ser sincero. Le debo(me debo) una de El bosque para resacirme y compensarle.
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